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Gaminería, mariquerías y ágeneros 
En un diccionario escolar de 1972, de Libardo Hoyos Cardona, la palabra gamín se encuentra entre los colombianismos con el significado de “pilluelo”. 
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Lunes, 19 de Abril de 2021

Cuando alguien se comporta de forma grosera es común que se le diga: “no sea gamín”. ¿Y acaso la palabra gamín no está prohibida? Sí, pero para referirse al “niño de la calle”. La Real Academia Española no admite el vocablo gamín. Sin embargo, desde 1884 – porque lo usó en una nota del Papel Periódico Ilustrado el general Roberto Urdaneta, padre del expresidente Roberto Urdaneta Arbeláez -  el término goza de patente en el lenguaje bogotano. Por cierto que existe un ensayo titulado justamente “Aspectos Históricos y Lingüísticos del Gamín Bogotano” de la filósofa Carmen Ortega Ricaurte.

En un diccionario escolar de 1972, de Libardo Hoyos Cardona, la palabra gamín se encuentra entre los colombianismos con el significado de “pilluelo”. 

Otra expresión de doble connotación es marica. Hay que oír a los jóvenes de ambos sexos tratándose de maricas. Sin embargo, para la Corte Constitucional las voces marica, mariquita y maricón están prohibidas solo cuando son ofensivas. En otros contextos, como en el trato que se dan los muchachos libremente, pueden seguir llamándose maricas, y decirse “deje la mariquería” sin que esto constituya discriminación, atentado a la igualdad, al libre desarrollo de la personalidad y a la dignidad humana, en palabras de la corte. 

Ese doble lenguaje obedece a que esta es una sociedad hipócrita. En efecto, como enseñaba en estos días el padre Willie Peña en su programa televisivo “Mientras el mundo gira”, si un ejecutivo llega a la oficina, saluda a la secretaria y le alaba su peinado y su vestido, la muchacha puede salir corriendo adonde el director de personal o de talento humano y acusar al caballero de acoso sexual. ¡Y tremendo lío el que se le forma al pobre hombre! ¿Por qué? Porque las feministas radicales, muy sutilmente dentro de su mal llamada ideología de género o de género fluido, que en realidad es de agénero (sin género), ya implantaron que los piropos son una forma de subvalorar a la mujer y de denigrarla. Pero esa misma muchacha en la noche corre a asistir a un concierto de un regatonero, grita histérica en cada canción, en especial en aquella que dice “perra, zorra, puta, vaga, quítate la ropa interior”. Ella aplaude hasta el delirio, y sale feliz del concierto, rumbo a su casa, sin calzones. 

Y no hablemos de la tan predicada tolerancia. Pero la tolerancia entendida ahora en cuanto que yo debo aceptar las ideas del otro pero él rechaza las mías y hasta me agrede. Así, si yo sostengo que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, las feministas y sus asociados se enfurecen porque para tales grupos la unión es válida entre personas del mismo sexo, o entre mujer y burro y hombre con burra, o de yo con yo, e incluso, ven normal que un tipo se case con los agujeros negros, o una mujer con el cuerpo de bomberos, etc. (Los ejemplos son ciertos). 

¿Doctrina de género o degeneración? 

orlandoclavijotorrado@yahoo.es
 

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