La falta de agua en cierto barrio de estrato medio en San Cristóbal en estos tiempos del Socialismo del siglo XXI, en que se volvió habitual que no la haya, llevó a los vecinos a un recurso que parecía olvidado, la extracción del subsuelo, pero no por bombeo sino excavando rudimentariamente, y en plena vía pública. Hecho el hoyo y brotado el manantial, un muchacho se mete allí y va llenando las vasijas que le alcanzan desde arriba. El joven recibe un pago por su trabajo.
Este relato, que parece una fantasía, es una triste realidad en el país que hace veinte años gozaba de todas las abundancias.
Particularmente quienes habitamos en la frontera con Venezuela y vivimos en carne propia los desgarradores dramas de los que no tienen otra opción que quedarse allí, (digo en carne propia porque se trata de víctimas que son parientes y amigos), no entendemos cómo pueden ser impasibles y arroparse bajo ideologías, para no tender una mano, timoneles e instituciones mundiales como la ONU, su secretario general Antonio Guterrez, la Cruz Roja Internacional, el papa Francisco y su nuncio apostólico en Colombia, monseñor Luis Mariano Montemayor, Michelle Bachelet, Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos humanos, y países como Holanda, México y Uruguay. Cuba, Nicaragua y Bolivia son casos endémicos.
Simple y llanamente se pregunta uno si es que no tienen corazón o si sus cálculos políticos o su área de confort, o su cobardía, los pueden llevar tan lejos en la falta de compasión, de solidaridad y de tantas otras virtudes que predican pero no practican.
Es inconcebible que porque el sátrapa usurpador del poder y su pandilla se proclamen socialistas y estos líderes también lo sean, se conviertan en sus lameculos y cómplices, sin importarles los mártires que se retuercen del dolor a su vista y que claman para que cesen sus suplicios, sin encontrar consuelo, apoyo y, mucho menos, remedio, sino oídos sordos y miradas para otro lado.
En infinidad de pasajes de la Biblia se encuentra que Dios abomina a esta clase de jerarcas. Por ejemplo, en el libro de las Crónicas la condena es terrible: “Josafat, rey de Judá, volvió en paz a su casa en Jerusalén. Y le salió al encuentro el vidente Jehú, hijo de Hanani, y dijo al rey Josafat: “¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto…” (Crónicas, 19,2).
El 23 de febrero Maduro bailaba con su esposa en Caracas ante una multitud y un cortejo embrutecidos, mientras por orden suya se impedía la entrada de la ayuda humanitaria, se quemaban los camiones que transportaban los víveres y las medicinas, se arremetía con gases lacrimógenos y perdigones contra los miles de voluntarios indefensos que pretendían pasar con los convoyes por los puentes internacionales, y se producían centenares de heridos y mutilados por la fiereza de la andanada de fuego. La ONU, Guterrez y los demás, callaban.
¡Tanta insensibilidad raya en inhumanidad! ¡Como si el desprecio hacia el dolor ajeno fuera la característica de los mentados conductores mundiales, pero si quien lo padece no es socialista!
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