Se sostiene que la lucha contra el narcotráfico fracasó en Colombia. Hechos: cuando en el 2001 se iniciaron las mediciones de Naciones Unidas, en nuestro país había 137 mil hectáreas de coca. Para el 2010 se habían reducido los cultivos a 63 mil y se producían 424 toneladas de cocaína. En el 2013 eran aún menos, 48 mil hectáreas y 290 toneladas. Dejamos de ser el principal productor de coca en el mundo.
Sin embargo, en el 2014 se firma el pacto con las Farc sobre narcotráfico y se abandona la estrategia que venía implementándose, con éxito, hasta entonces. Este gobierno, aunque algunas cosas hace mejor, no ha cambiado nada sustantivo. Como consecuencia, el año pasado teníamos 143 mil hectáreas y se produjeron 1.228 toneladas, 3 veces más coca y 4,2 veces más cocaína que antes del acuerdo. En realidad, lo que resultó un fiasco es el “cambio de paradigma”, el “histórico nuevo enfoque” que vendieron Santos y los negociadores.
Se sostiene que la legalización es el camino para acabar el negocio. Es pensar con el deseo. Hechos: en Estados Unidos, Europa, Rusia o China, la legalización de la cocaína no es siquiera objeto de debate. Y una “legalización” unilateral por parte nuestra nos convertiría en parias y su costo sería impagable.
Se sostiene que el glifosato daña el medio ambiente y causa cáncer y que, por tanto, no debería usarse para erradicar la coca. Hechos: las autoridades medioambientales y de salud pública de EE.UU., Europa y Japón, entre otros, han dicho y repetido que, usado de la manera adecuada, no es carcinogénico ni genotóxico. Por eso, el glifosato sigue siendo el herbicida más usado en el mundo.
Se sostiene, por parte de la Corte Constitucional, que, en virtud del principio de precaución, había que suspender la aspersión aérea de coca con glifosato. Se basa en que la Agencia para la Investigación sobre el Cáncer clasificó el glifosato en la lista 2A como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”. Hechos: la Agencia no hizo distinción alguna sobre el mecanismo para aplicar el glifosato ni dijo una palabra sobre los productos sobre los cuales se usa. Solo el 4,5% del glifosato que se usa en nuestro país se aplica sobre la coca. El 95,5% se usa en productos lícitos tanto mediante aspersión aérea como con tractor y bomba espaldera.
Se sostiene que haciendo lo que se hace contra el narcotráfico desde 2014 es posible superar la espiral de violencia en que vivimos. Hechos: el jefe negociador de las Farc en La Habana y su segundo se devolvieron al monte y entre disidentes y reincidentes sumaban 4.600 hombres a mediados del 2020; a junio de este año se habían cometido 6.220 homicidios y se prevé que superaremos, con mucho, los 11.880 del 2019.
Es más, con certeza en el 2021 tendremos más asesinatos que los 11.535 del 2015, año previo a la firma del pacto con las Farc; entre julio de 2019 y junio de 2020, la tasa de homicidios en los municipios PDET fue de 44,3 por cada 100 mil habitantes y en los municipios PNIS, de sustitución de cultivos, fue de 57,9 muertes por 100 mil, mayores un 190% y 259% respectivamente al promedio nacional. En otras palabras, hoy la violencia homicida es mayor que antes del acuerdo con las Farc y, sin duda, al menos una parte importante tiene su origen en el narcotráfico.
Conclusión: no lograremos frenar la espiral de violencia ni tendremos una Colombia sin crimen si no le rompemos el espinazo al narcotráfico. Y no lo lograremos si nos olvidamos de los hechos.