“Homenaje a la raza motilona”, es el verdadero nombre de la escultura conocida como “El indio” que por algo más de cincuenta años, ha estado en el sector del Terminal de Transporte de nuestra ciudad y hoy se ha convertido en diferencias entre el Alcalde Yáñez y la interventoría de las obras que muy pronto terminarán.
Lo extraño del asunto es que pareciera que la administración no tuvo en cuenta en el empalme, una de las inversiones más grandes de la ciudad en el 2019 y ahora, fija posiciones que lo pueden dejar mal parado frente a los organismos de vigilancia y control, por aspectos constructivos que debieron tener sus observaciones hace ocho meses, y no cuando falta menos del 2% para su finalización.
Hay varios puntos de vista que fueron duramente criticados por el burgomaestre, entre ellas las barandas del puente, la señalización, la iluminación y la altura en la que a su modo de ver, debe instalarse la escultura aunque a decir verdad, sus argumentos técnicos son pobres y muy fáciles de refutar.
Las barandas del puente tienen un diseño que reduce el riesgo de hurto de partes, puesto que para sus uniones se utilizó doble fila de remaches, los cuales ofrecen altos niveles de seguridad.
La iluminación es excelente cuando la luz del sol se oculta y se activan los sensores de los paneles solares, para cada luminaria.
La señalización vertical puede mejorarse para orientar mejor al conductor, instalando tableros con los diseños estipulados en el Manual de Señalización Vial, desarrollado por el Ministerio de Transporte.
En cuanto a la altura de la estructura que sugiere el alcalde Yáñez, no puede hacerse con base en un agradable diseño arquitectónico, sino obedeciendo a los criterios de ingeniería relacionados con el peso de la escultura (800 Kilogramos), la velocidad de los vientos, valoración de esfuerzos y demás variables que no pueden ignorarse puesto que de instalar la escultura sobre un pedestal, cuya altura supere la altura de diseño estructural, más tarde que temprano se vendría abajo y en ese instante aparecerán los “ingenieros de las redes” comentando que fue mal instalada.
Concluyo que la veeduría de la obra llegó muy tarde, cuando ya solo falta la ejecución de algunos ítems que no son muy representativos y en cambio, el capricho de cambiar lo hecho puede terminar en una importante demanda contra el contratante, la cual tendríamos que pagar los contribuyentes.
Ahora, si hay un profesional que se mida a diseñar un pedestal de más de seis metros, que soporte al “Homenaje de la raza motilona” y logre superar velocidades de vientos superiores a diez metros por segundo, pues que firme y cobre, pero también que se le exija una jugosa póliza no solo por la posible falla en la estructura sino por la destrucción de una obra patrimonio de los cucuteños y eso no sería un homenaje a la raza motilona.