Esa fue la primera declaración a principios de abril de este año cuando se posesionó el nuevo secretario de educación de Cúcuta, Luis Eduardo Royero, a propósito de las irregularidades en el programa del PAE para la alimentación de los niños que por aquellos días completaban tres meses sin alimentación. Hoy, cuatro meses después de haber asumido el cargo no solo no se ha solucionado, sino que en un colegio de la Libertad hubo una alerta de intoxicación de cerca de 18 niños por alimentos en descomposición. Estaban consumiendo duraznos en mal estado. Difícil encontrar una situación más vergonzosa y de ineptitud administrativa como sucede en muchas partes de Colombia, incluida Cúcuta, que la de no alimentar a sus jóvenes estudiantes. Es el peor crimen que comete un estado contra su juventud: no alimentarla, tenerlos con hambre mientras hacen esfuerzos por estudiar. Con estos jóvenes es que estamos construyendo la Cúcuta 2050, que maravilla.
Hoy en día en los colegios de Cúcuta a los profesores y sus estudiantes les prometieron que después de los inconvenientes de los primeros meses con el PAE, a partir de abril les enviarían su alimentación. La realidad es que nunca llegó, y la verdad con visos de crueldad que ha estado escondida hace muchos años en Cúcuta en la administración de la ciudad, es que la alimentación de los niños la han contratado con “manos oscuras”, y por ello es que no funciona. Por estos días en otro colegio al que había llegado una avena, alcanzaron a llamar para que no la consumieran por su mal estado. El PAE en las peores manos e intereses inimaginables. ¿Porqué será que la administración municipal de Cúcuta no ha podido desprenderse en la contratación de esos oscuros intereses en el PAE? En Colombia debemos simultáneamente vivir con muchas tragedias: hoy en día además del plan pistola contra la policía, esta crueldad del PAE es horrorosa.
Me recuerda una obra de teatro después de la segunda guerra mundial que escribió Simone de Beauvoir que se llamó “Las bocas inútiles”, para referirse a un episodio durante la guerra en una población europea en la que no había suficiente alimentación para los soldados y los niños, y el gobierno toma la decisión de alimentar solo a los soldados porque primero estaba la guerra, y en esa esquizofrenia, alguien alcanzó a decir que los niños era bocas inútiles. Pienso que ese es el libreto que por estos días leen en la administración municipal.
Por estos días caminando por una calle en París me encontré con un debate cerca a la universidad la Sorbona sobre los riesgos que hay en Brasil, a propósito de sus elecciones el próximo dos de octubre, en las que se mostraban imágenes en los colegios en las que aparecían militares en labores de adoctrinamiento para que los estudiantes no voten por Lula, y un joven estudiante brasilero de ciencias políticas en Francia señalaba que una de las estrategias de Bolsonaro era la de llevarle una buena alimentación a sus estudiantes. Es decir, entendí que hasta en Brasil se contrata la alimentación con los peores intereses. Una historia oscura, la tragedia para que un estudiante en América Latina tiene que sufrir para tener una buena alimentación.
Ante la manifiesta incapacidad de varias administraciones municipales en Colombia para contratar el PAE, se escuchan las mismas historias en Cartagena, la Guajira y que recuerde en Santander hasta hubo condenas pero siguieron contratando con los mismos, que hasta el nuevo gobierno debería asumir este compromiso. El negocio del PAE es tan lucrativo en algunas zonas de Colombia, que ya hasta recuerda aquella frase del tristemente célebre senador Juan Carlos Martínez: “En Colombia una alcaldía es más rentable que un embarque de coca”. Mejor dicho, mejor dejemos ahí.