En los últimos años en Colombia ganó las elecciones presidenciales el candidato que prometía qué hacer con las Farc. Basta recordar las de 1998 cuando todo indicaba en la primera vuelta que ganaría Horacio Serpa, y antes de la segunda, Andrés Pastrana tuvo un golpe de audiencia publicitaria, se fue a la selva y se sacó una foto con “Tirofijo” en la que aparecía dándose la mano con el jefe guerrillero y prometiendo que haría la paz ganó las elecciones. Cuatro años después Uribe ganó las elecciones prometiendo lo contario, que acabaría con las Farc.
De hecho en su primer gobierno fue notorio las zonas “que recuperó”, y ese hecho le dio la confianza sin dificultades para reelegirse. Posteriormente Juan Manuel Santos firmó el acuerdo de paz en el 2016 y vino un plebiscito en el que el mundo nunca pudo entender cómo un país que vivía en guerra, firma la paz, y después la mayoría de su población votaron por el NO, que no querían la paz. No es fácil entender a Colombia. La Academia de Suecia sí valoró el esfuerzo de Santos y le concedió el premio Nobel. Esa es la historia rápida de las primeras dos décadas de este siglo.
¿Qué podría llevar en las próximas elecciones a un candidato al Palacio de Nariño? Ya no serán las Farc: uno de los grandes temas que decidirán muchos votos de tanto elector indeciso hacia estas elecciones, por primera vez en la historia del país, el tema de la alarmante inseguridad en muchas ciudades podría ser determinante. Creo que a cinco meses de la primera vuelta, habrá en la agenda dos temas que preocupan a los colombianos, el de la inseguridad y el desempleo juvenil.
Ahora ya no podemos ir tranquilos ni siquiera a un restaurante. Nunca habíamos vivido esa realidad. Eso que cada día resulta más frecuente en Bogotá en la que delincuentes llegan y atracan tienen alarmada la ciudad. En Chapinero uno de los afectados se fue al carro a sacar su arma y cuando regresó, los delincuentes ya se habían ido. Por poco se presenta una balacera. En Bucaramanga por estos días se presentó un enfrentamiento a bala en un restaurante en Cabecera.
Hasta allá no habíamos llegado en Colombia. Años antes por lo menos podíamos entrar con tranquilidad a un restaurante y podíamos departir sin angustia. En la pasada Navidad todos sentimos un dolor y pesar con aquella joven y la familia de la periodista que trabajaba en la ONU, quien justo en la madrugada del 24 de diciembre fue asesinada por robarle un celular. Qué horror al que hemos llegado.
A Duque se le fue la mano con ese estatuto de inmigración a los venezolanos. Sin entrar en un argumento de contenido discriminatorio, ese es un tema que hay que revisarlo urgentemente, y probablemente el candidato que plantee algo razonable en ese tema, su propuesta tendrá respaldo y posiblemente votos. Y no es que no haya delincuentes colombianos, los hay muchos y peligrosos, pero Colombia que antes de la migración venezolana tenía grandes y profundos problemas – 3.3 millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan -, no podía ser tan generosa en recibir una población de cerca de 2 millones, y seguramente son muchísimos más, y traerlos como si esto fuera Dinamarca.
La misma Alemania recientemente impuso unos límites a los migrantes turcos que llegaban a su país. Por estos días hablaba con un abogado italiano, jefe de puerto de la isla de Lampedusa, y me comentaba que allí había toda una estrategia de que todos los barcos con inmigrantes que llegaban al puerto, a ninguno lo dejaban pisar el suelo de la isla.
Ojo, que la inseguridad en muchas ciudades colombianas es tan alarmante que de pronto algún candidato audaz, así como Pastrana en el 98, proponga algo hasta muy populista, pero resulta que así también se ganan las elecciones.
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