Entre ser exhaustivo y ser sincero hay mucha diferencia. Enrique Santiago, el asesor jurídico de las Farc, cree que no.
Según él, y siguiendo las palabras de la cúpula de esta desmovilizada guerrilla, la lista de bienes del grupo fue exhaustiva.
Y se nota. Porque para inventariar pocillos, platos, exprimidores y escobas hace falta mirar con detalle. Sin embargo, en esa lista falta mucho más de lo que han declarado.
El problema de ella y la indignación que ha despertado no tiene que ver con lo que está incluido, porque nadie duda de la existencia de botas y carretillas en los enseres y bienes de las Farc, sino con lo que no está ahí y es evidente que existe.
En los 135 folios no se habló de cuentas e inmuebles en el exterior, además, el número de predios que dicen tener en Colombia es irrisorio. Incluso, el documento hace parecer que las actividades ilícitas no dejaran dividendos.
Entre los bienes de la lista figuran 241.560 hectáreas de predios rurales, 130 cabezas de ganado y 49 vehículos.
Es muy poco para todo el tiempo de operación de las Farc en Colombia.
Es ridículo creer que en 50 años de narcotráfico, extorsión, secuestros y minería ilegal solo se haya podido comprar ollas, menaje y escobas.
Si fuese así, ningún hombre o mujer de las filas de las Farc habría aguantado tantos años en la selva y prestos a combatir y acabar con la vida de inocentes a cambio de un par de cubiertos y unos gramos de oro.
Las reacciones a la lista no son una cortina de humo –como afirmó ‘Pastor Alape’– ni un intento por boicotear el proceso de paz.
Los únicos que han saboteado el proceso, en todas sus etapas, bien sea con sus comentarios o con sus acciones, han sido los jefes de las Farc.
Es absurdo que la cúpula de la guerrilla se sienta ofendida porque los colombianos, y en especial las víctimas, no les creen.
Por el contrario, las respuestas, tanto de organizaciones de víctimas del conflicto armado, como de entes estatales (Fiscalía y Alta Consejería para el Posconflicto) son bastante amables en comparación a la lista.
Lo único que es claro aquí es que las vidas y las familias rotas de quienes sufrieron los estragos de la guerra en el país no se van a reparar con exprimidores de limones y pocillos viejos. No se va a poder pagar programas sociales ni se va a invertir en el campo con ollas y sartenes.
Lo que declararon las Farc en su inventario de bienes fue una serie de enseres domésticos y objetos depreciados que carecen de valor para el fondo de reparación a las víctimas, por lo que, evidentemente, están incumpliendo con el acuerdo.
Es más, no sólo están incumpliendo con el acuerdo, sino que cínicamente se ríen en la cara de todos nosotros, sobre todo de los más ingenuos, como yo, que creíamos que tal vez ellos sí querían enmendar lo que hicieron y proyectarse hacia la paz.
Así que, si a alguien le quedaba la duda de si las Farc era un grupo revolucionario con una ideología orientada hacia la justicia social, o una comitiva de delincuentes que se ufanaban de ser académicos y analíticos de la literatura socialista y comunista, ahí está la respuesta. Sin lugar a dudas, sin interpretaciones erróneas ni contextos desfavorables, una respuesta clara y contundente que es un golpe no sólo al proceso de paz sino a la institucionalidad colombiana.
Si contamos las mentiras de los bienes, de que no tenían gente secuestrada, de los niños que supuestamente no eran reclutados sino amparados por ellos, de los desaparecidos y sobre no ser terroristas, el inventario de nosotros va a ser mucho más útil e interesante que el que entregó las Farc.