La noticia se veía venir, pues la presión de los estados fronterizos en Venezuela que claman por abastecimiento de productos básicos no podía esperar mas. Ya se abrió la frontera para el paso peatonal y en pocas semanas se hará para transporte de carga, una vez se cumpla el examen requerido a los puentes que han estado inactivos en los últimos años.
Esto significa una enorme oportunidad para Colombia, pues pasará a ser el proveedor natural de la mayoría de productos que requieren los consumidores venezolanos, ya que en ese país la industria se fue al traste y los productores simplemente desaparecieron, ante la falta absoluta de garantías para poder operar.
Lo triste del caso es que no tenemos vía en condiciones aceptables para establecer un corredor de transporte de carga que permita llevar todos esos productos desde el interior del país hasta la frontera. Desde el gobierno del presidente Uribe se habló de la construcción de una nueva vía por el Alto del Escorial y se adelantaron los estudios hasta la fase III, en donde se concretó compra de predios y viabilidad ambiental; pero después se dijo que se haría primero una doble calzada por el trazado actual y que posteriormente se abordaría la nueva vía.
La conclusión hoy, es que ni lo uno ni lo otro, y la vía Bucaramanga-Pamplona resulta ser un tramo de las más bajas especificaciones, con enormes costos para los transportadores y con un manejo absurdo de tiempos. Es decir, la tan esperada apertura del comercio con Venezuela nos ha tomado por sorpresa y sin haber hecho ningún ejercicio de preparación para ese escenario.
La clase dirigente del Oriente Colombiano, no ha actuado con responsabilidad frente a este tema y ha tolerado que dentro de los planes nacionales este proyecto haya quedado rezagado como el que más, dentro del contexto de las prioridades establecidas en el plan 4-G que ya está entregando obras, mientras otras están con una ejecución por encima del 70%.
Aquí está entonces la realidad del asunto y es hora de exigir un plan serio en cuanto a esta iniciativa, pues de lo contrario el país entero comenzará a perder oportunidades, mientras el Oriente Colombiano tendrá que resignarse a permanecer en el patio de atrás de las inversiones nacionales en materia vial.
La realidad de la situación indica que ese proyecto apenas tiene ejecución de un 3% y que el concesionario está en dificultades económicas lamentables, lo que obligará a ceder su contrato, cuando el tiempo avanza y la obra continúa en el limbo.
Mientras Antioquia anunciaba en días pasados la materialización de todos sus proyectos para lograr la comunicación a doble calzada con el centro del país, con el Atlántico y con el Pacífico, incorporando túneles e intercambiadores que acortan distancias, nuestros sueños se encuentran apabullados.