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La China de Xi Jinping
Los retos se centran en el desarrollo integral de su pueblo y la atención ambiental sostenible.
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Domingo, 23 de Octubre de 2022

Estados Unidos y las naciones europeas de la OTAN, que representan para China la mayor rivalidad comercial y/o militar, siguieron expectantes el XX Congreso del Partido Comunista del gigante asiático, que definiría sus políticas públicas para los próximos 5 años. Añoraban cambios, como la flexibilización del modelo económico, y la aparición de vertientes en el interior del partido que llevaran a la elección de un nuevo líder.

Nada de ello ocurrió, porque los 2296 delegados, rompiendo la tradición de otorgar máximo dos períodos al secretario general del partido, decidieron concederle un tercero a Xi Jinping en reconocimiento a su labor, asegurando la continuidad de su visión ideológica, y consolidándolo como el hombre más poderoso del planeta, a cuyo cargo está el destino de 1450 millones de personas, o sea la quinta parte de la población mundial.

La lectura occidental primaria no es otra que la confirmación de un régimen dictatorial bajo el esquema de partido único, que vulnera los derechos humanos y permite un culto creciente a la personalidad de Xi Jinping. Adentro, en cambio, a pesar de las especulaciones previas, la lectura es distinta, porque se reconoce el éxito del partido comunista como líder de la sociedad, cuyo objetivo es la prosperidad colectiva, probada en el altísimo crecimiento económico de las últimas décadas, y aún durante la pandemia del Covid19, toda vez que el gobierno de Xi se enfocó radicalmente en su control.

En otras palabras, la continuación del socialismo de características chinas, con el pueblo como dueño del país, ha sido reafirmada. Ese socialismo, lejos del predominio asistencialista del Estado, está basado en el arduo trabajo de los habitantes, con la mira en la productividad máxima, para venderle al mundo capitalista, cuyo consumismo no tiene límites. Así las cosas, con la mentalidad derivada del budismo, taoísmo y confucianismo, el pueblo chino vive sus necesidades de consumo con prudencia y/o control, lo cual le permite ahorrar en forma descomunal para reinvertir en producción e innovación tecnológica. Lo anterior explica, entre otras, el déficit comercial de los norteamericanos, como quiera que le compran a la China 539 mil millones de dólares anuales, al paso que sólo le venden 125 mil millones de dólares. 

En la perspectiva Xi Jinping, ingeniero químico de formación, los retos se centran en el desarrollo integral de su pueblo, la atención ambiental sostenible, el manejo dual de Hong-Kong y Macao, la seguridad del país en el contexto internacional, y la reincorporación pacífica y/o por la fuerza de Taiwán, que generará tensiones. Occidente, de su lado, quisiera una China dócil, entregando su pueblo a los mercados, y resignada en sus pretensiones ante Taiwán.

Muy seguramente China seguirá creciendo, y en algún momento se dará la confrontación nuclear por la hegemonía planetaria. Exactamente cuándo, nadie lo sabe. Por ahora, dado que el poder nace de las armas y la ventaja militar de Estados Unidos es incuestionable, el enfrentamiento de fondo está aplazado, así haya escaramuzas.

La gran reflexión del modelo chino gira en torno al valor de la democracia liberal, con 2800 millones de personas que viven con menos de 2 dólares diarios en países de la periferia del capitalismo, que han adoptado las instituciones de Occidente. India, por ejemplo, con 1250 millones de habitantes, tiene la mayor democracia numérica, con 420 millones de sufragantes, pero no le sirve para nada por la estratificación de castas. Aún en escenarios desarrollados, como el británico y norteamericano, la democracia produce gérmenes destructivos, sepultando la continuidad en la planeación y generando un espectáculo circense.

Para cualquiera persona con formación democrática, no es fácil ser objetivo ante China, reconociendo su extraordinaria transformación económica y social en medio del autoritarismo. Pero el mensaje es claro: los modelos y las instituciones no son buenos ni malos per se. Dependen de las circunstancias.

China sería ingobernable bajo las reglas de la democracia liberal capitalista.

 jaime.bue@hotmail.com

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