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La Colombia de Oneida Pinto
Los amigos se juzgan unos a otros por ser de ultra derecha o de izquierda radical.
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Lunes, 11 de Junio de 2018

El país que queremos es muy diferente al que tenemos. Por años, hemos visto cómo nuestros ideales de país se alejan con cada nuevo gobierno. 

Por estos días, el debate se ha centrado en cuál candidato nos perjudicaría menos, si se convierte en el próximo Presidente de Colombia. 

Los amigos se juzgan unos a otros por ser de ultra derecha o de izquierda radical, las familias se separan y el ambiente en las empresas y oficinas se llena de tensión cada vez que alguien toca el tema de las elecciones. 

Sin embargo, lo que debemos hacer es preocuparnos sobre cómo vamos a unirnos como sociedad para exigir cumplimiento a los vencedores de la batalla por nuestros votos y nuestra confianza, cómo vamos a verificar que los recursos lleguen a quienes están destinados y que el aparato estatal funcione sin bloqueos institucionales y redundancias burocráticas.

En vez de inclinarnos hacia juzgar la ‘otredad’ política en esta contienda electoral, debemos preocuparnos por transformar el país y ser más activos en la política, en el control de la ejecución de los recursos públicos y en la verificación del éxito de los programas del Estado.

Hoy por hoy, tenemos un país donde Oneida Pinto, exgobernadora de La Guajira y exalcaldesa del municipio de Albania, quien está señalada por irregularidades en la celebración de contratos y presunta apropiación de 18.600 millones en recursos para la prevención de la mortalidad infantil en el municipio de Albania, queda en libertad por vencimiento de términos debido a falta de garantías de transparencia en los juzgados de Maicao y al traslado continuo del proceso a diferentes despachos. Ese es el país de Oneida Pinto. 

La Colombia de Oneida Pinto es un país en el que una de las instituciones más importantes a la hora de garantizar el éxito del proceso de paz, mediante las garantías en las condiciones de retorno de las personas y comunidades que sufrieron afectaciones y fueron víctimas del conflicto armado, como lo es la Unidad de Victimas, la encargada de reparar a  los sobrevivientes de las acciones de los grupos armados, la entidad que tiene como misión darle un renacer a las cenizas que dejó la guerra, no cuenta con un presupuesto decente para cumplir su objetivo, ni siquiera para lo mínimo, que es realizar los diagnósticos e indagar sobre los hechos que sufrieron poblaciones y comunidades a lo largo y ancho del territorio nacional. 

La Colombia de Oneida Pinto es una Nación en donde una de las divisiones del Gobierno encargadas de forjar las mentes de los ciudadanos del futuro, como lo es el Ministerio de Educación, sufre de un conservadurismo a ultranza que perjudica la forma en que se enseña y se vive la educación. El Ministerio es tan conservador que en sus jornadas pedagógicas para la implementación de la jornada única no quiere tener nada que ver con profesores y coordinadores sindicalizados, nada que tenga que ver con ideas de condiciones laborales ni cuestionamientos por las carencias que existen en el propósito de implementar la jornada única en los colegios. 

La Colombia de Oneida Pinto libera por vencimiento de términos (incapacidad judicial) a una criminal con largos tentáculos de poder, una mujer que no sólo se robó la plata del país y forjó redes de corrupción profundas, sino que fungió como uno de los seres culpables de que la infancia en La Guajira siguiera muriendo de hambre. De cero a nunca, gracias a Pinto.

Por eso, el debate no debe orientarse hacia el temor a volverse como Venezuela o el pánico de regresar a ser gobernados por un Estado paramilitar. Gane quien gane, el debate político entre nosotros y la presión hacia nuestros gobernantes debe guiarse hacia fomentar políticas eficientes y con racionalidad, para evitar más Oneidas Pinto, para evitar más falsos positivos, para evitar perder la confianza inversionista y para lograr mejores condiciones sociales (de servicios públicos, de acceso a la salud, de calidad en la educación, de oportunidades laborales con dignidad, de mayor cultura y libertades civiles). 

El problema aquí no es la orientación ideológica de nuestros líderes, sino sus inclinaciones éticas, sus deudas políticas y sus ambiciones personales, las cuales, en la mayoría de los casos, han superado el ideal de país y el bienestar general, lo que nos ha convertido en la Colombia de Oneida Pinto, cada día más lejos de nuestros ideales como ciudadanos.

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