Difícil mentirle en una carta a los hijos minutos antes de tomar la decisión de suicidarse: “Les dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones”.
Así defendió su honra el expresidente peruano en una carta que le dejó a sus hijos antes de tomar la decisión de acabar con su vida.
Ahora que su pueblo prepara y adelanta sus exequias en medio de una polarización profunda, en un profundo debate moral colectivo, entre quienes lo acusan de sus presuntos favorecimientos a Odebrecht, frente a quienes defienden su inocencia ya muerto , la frase que le escribió a sus enemigos es lapidaria: “ahí les dejo mi cadáver como una muestra de desprecio a mis adversarios”.
Si Alan García fue honesto, si fue ajeno al influjo de la multinacional brasileña, su muerte quedará en la historia del vecino país como un lamentable episodio de linchamiento político.
El tema del poder definitivamente es una de las pasiones humanas más indescifrables: deslumbra, abre las puertas de la vanidad, puede llegar a impulsar el amor, el desamor, la traición, el asesinato.
Por ello, hace algo más de 500 años, cuando Lucrecia Borgia le pregunta a su padre, el Papa Alejandro VI, sobre cuál era la peor de las pasiones humanas, su padre no duda en contestarle que era el poder.
“Es probable que en unos 500 años las sociedades sean más justas y ya no se maten por el poder”, concluyó en su premonición el Papa. Estaba equivocado. El suicidio de Alan García es una muestra de ello.
Ante todo la decisión de Alan fue valiente. En la historia de la literatura universal Shakespeare en Hamlet se ocupa del tema, ante la pregunta de si es más noble aceptar los caminos del destino, o dar fin a la vida aceptando los sufrimientos que conlleva.
Hamlet responde esa pregunta, señalando que es preferible el camino de la muerte. En otra parte de su carta, el expresidente peruano alcanza a expresar que no estaba dispuesto a someterse al vejamen de la prisión a una edad avanzada, sin duda teniendo cerca esa imagen de deterioro y humillación como le sucede en los últimos años a Alberto Fujimori. Posiblemente esta última imagen lo llevó a apresurar su suicidio.
Que recuerde en la historia universal son pocas las figuras que han ostentado el poder que han tomado el camino del suicidio. Una de las primeras, Cleopatra, antes de su fracaso de haber construido el imperio más grande de la mano de Julio César, el envenenamiento fue su decisión.
Se especula que Napoleón, ya derrotado, igualmente se envenena. Hitler, probablemente una vez conocida la imagen de cómo fue colgado en la plaza de Milán, su amigo Mussolini, cena con su esposa y sus amigos más cercanos, se despide, da su última orden, de que lo incineren, y se suicida.
El poder es una fantasía, deslumbra, pero también mata. Alan García a pesar de sus contradicciones, será recordado como uno de los líderes latinoamericanos a quien Colombia en alguna oportunidad le dio asilo.