Nos sorprende con asombro los pasos que da la comunidad internacional, que lejos está de la verdadera integración, y de la mancomunidad de esfuerzos y recursos para procurar escenarios de igualdad, y de las oportunidades y progreso para los países más débiles.
En todo lo que vemos actualmente, parece que la conciencia expansionista atrae enormemente a los líderes mundiales, quienes ponen especial atención para contar con aliados, en donde claramente el territorio entra a jugar un papel demasiado importante.
Así es como las potencias se dedican a imponer influencias en los diferentes continentes, en donde podemos apreciar con toda claridad que la imposición de ese juego, deja víctimas y produce afectaciones dolorosas que tenemos que lamentar, pues surgen países que se toman como animales de laboratorio, en donde se les priva de posibilidades de juego dentro de la comunidad internacional, y lo que es más lamentable, de elementos valiosos de autodeterminación, pues cualquier decisión debe consultar interesas de países superiores, que son los que terminan imponiendo las condiciones y los escenarios de actuación.
Ejemplos: muchos. No solo es el caso de Ucrania, cuyos habitantes deben padecer en extremo la tensión diaria de si son invadidos o no. Son también aquellos países cuyos dirigentes irresponsablemente se han alineado a un determinado régimen, con el objeto de buscar apoyos para perpetuar un poder, y lo que resulta repudiable, para patentizar un totalitarismo de Estado, en donde los ciudadanos pierden cualquier papel, quedando en estado de hambre, ante cuyos dirigentes no les queda otro camino que afiliarse a una potencia y recibir su orientación, para no verse sometidos a perder el poder militar que los ampara y sostiene, como Venezuela, Nicaragua y muchos otros.
Esta situación ha hecho que fracasen también los escenarios de integración de las subregiones, tal como lo hemos visto en Suramérica, en donde el Pacto Andino es una cosa muy pobre y la unión de países del subcontinente también. Fuera de eso organismos como la ONU y la OEA, están cada vez más lejos de cumplir con su papel, pues dentro de los asociados con mayor poder no existe un ánimo verdadero de integración y solidaridad, lo que termina colocándolos en un plano de intereses particulares, que les impide avanzar y cumplir una misión altruista.
Este panorama lleva al mundo a retroceder, a no construir dentro de lo positivo y grandioso, y a que las necesidades del planeta queden estancadas, o lo que es peor, en franco retroceso.
Tenemos entonces una necesidad profunda de un nuevo orden mundial, para lo cual necesitamos líderes con verdaderos sentimientos altruistas y dispuestos a hacer un aporte efectivo y positivo por la humanidad. Requerimos con urgencia líderes humanistas y no líderes guerreros y sedientos de poder, como en las épocas de bárbaras naciones.