En todas partes los humanos pensamos, con la razón o el deseo poco importa, que la peste se acaba y en algunos países inclusive que ya pasó, que se puede volver a las mismas de antes.
Es diciente por no decir desmoralizante, lo que está sucediendo en Europa y en Oriente con China incluida, en países con grados diversos de disciplina social, sistemas de salud suficientes y que funcionan, niveles de pobreza y marginalidad en general pequeños.
La pregunta es, qué podemos esperar nosotros, tercermundistas, que nos suceda si en esos países, con condiciones bien diferentes a las nuestras, la plaga vuelve y con fuerza, como los incendios que se creían apagados y donde de pronto brota la llama de un rescoldo perdido, avivado por la menor brisa.
Lo primero es entender que el enemigo está libre, armado y asechando para metérsele en el cuerpo al que le dé tiro.
En esto el corona virus sigue la lógica de la naturaleza, pues sus presas son los individuos con un organismo biológico debilitado por la desnutrición, edad o preexistencia de enfermedades que han afectado o afectan su sistema respiratorio o de defensas; o bien porque viven en un entorno, en un organismo social igualmente debilitado, que no solo no le ofrece protección a su cuerpo, sino que antes bien, lo hace vulnerable al ataque por el hacinamiento y la falta de aire y espacio, de agua y en general de condiciones sanitarias mínimas, por una mala alimentación y aún grados diversos de desnutrición; y para rematar, una tensión alta por la incertidumbre de una supervivencia económica amenazada.
Ahora bien, el camino no es huirle al bicho sino entender su comportamiento y adaptar el nuestro al suyo, siguiendo las tres sencillas recomendaciones de los virólogos, archiconocidas pero generalmente desobedecidas y que tendrían que volverse rutinarias y salvadoras, que habrán de acompañarnos durante un buen tiempo.
Para lograrlo, es necesario un manejo preciso y responsable de cierres focalizados y temporales en los puntos de reaparición de la infección, al igual que hacen los bomberos con el fuego rebelde.
Es la estrategia del “confinamiento de acordeón” que ha planteado el presidente Duque, quien ha tenido como contradictora habitual a la Alcaldesa de Bogotá, quien precipitó la decisión de la cuarentena total de finales de marzo, cuando el ritmo y monto de los contagios era mínimo; le abono a Claudia López en esos primeros días el cierre del aeropuerto y la suspensión de espectáculos y conciertos masivos, decisiones oportunas y salvadoras de vidas.
Para rematar, se inició la reapertura de la vida ciudadana cuando la tasa de contagios empezó a subir continuamente, hacia el misterioso y esquivo pico del contagio. El resultado de la secuencia equivocada de las decisiones fue que la economía - ingresos y empleo informal en especial - empezó a penar antes de tiempo y de manera innecesaria; además creció el escepticismo de muchos frente a la situación, al considerar que no era tan grave como la habían presentado y que el encierro estaba causando más problemas de los que se suponía evitaría.