La Colombia de hoy es un país radicalmente mejor a la Colombia de hace dos, tres o cinco décadas. Si bien hay situaciones lamentables que requieren reformas y soluciones (¡no somos Suiza!), invisibilizar las décadas de avance de nuestra sociedad es incorrecto y peligroso. Sería más cómodo asumir el rol de promotor de la indignación como hoy lo hacen tantos. Sin embargo, la ‘fracasomanía’ que sólo ve el vaso medio vacío y nos quiere hacer creer que estamos en nuestra peor crisis de la historia, dificulta continuar construyendo. En estos años plagados de profetas del desastre y pesimismo facilista, vale la pena llevar la contraria.
Un dato incuestionable que muestra que el país ha venido avanzando es el de la expectativa de vida. Mientras que en 1960 un colombiano esperaba vivir 60 años, hoy esa expectativa se encuentra arriba de los 75 años. El mejoramiento de las condiciones materiales de los colombianos ha permitido alargar la vida en Colombia alrededor de un 25%. Un colombiano puede esperar vivir 15 años más. El crecimiento económico, materializado por ejemplo en acceso a mejor alimentación y a mejor atención en salud explica buena parte de esta mejora.
Mientras que en el año 2000 la producción agropecuaria del país ascendía a 23 millones de toneladas, en el año 2021 se produjeron más de 34 millones, destacando productos como café, arroz, cacao, decenas de hortalizas y frutales así como producción bovina, porcícola y avícola. Mientras que cada madrugada llegan a Cenabastos cerca de mil toneladas de alimentos de pueblos del departamento y del país, producto del esfuerzo de nuestros campesinos, los fracasómanos repiten que en el campo colombiano no se produce nada.
Por ejemplo, mientras que en el año 2000 los colombianos comíamos 160 huevos por persona al año, actualmente superamos los 330 huevos por persona. En 2021 en Colombia se produjeron 17 mil millones de huevos. Mientras que en 2005 se producían 60 mil toneladas de pollo mensuales, en 2022 se producen 150 mil, un incremento del 150%. Pero los neoindignados repiten que el país nunca había estado peor. Hay un dato que no les gusta reconocer: La balanza comercial agropecuaria de Colombia es positiva. Esto significa que exportamos más alimentos de los que importamos. Mientras que en 2021 exportamos 9.440 millones de dólares, importamos 9.003 millones de dólares. Pero el relato del fracaso nos lleva a comer mentiras como que la mayoría de la papa que consumimos es importada cuando el dato real dice que el 97% de la papa es producida acá.
La cobertura del sistema de salud pasó del 23% de la población en 1993 al 95% en 2021, la mitad en el sistema contributivo y la mitad en el sistema subsidiado al tiempo que tenemos uno de los menores gastos de bolsillo del continente. Esto trajo resultados concretos como la disminución de la desnutrición crónica que cayó 55%, la mortalidad infantil que se redujo a la mitad, la exitosa implementación de la vacunación anticovid, el hecho de que el sistema haya absorbido los millonarios costos de hospitalización durante la pandemia y el aumento de la expectativa de vida.
Por otro lado, la tasa de homicidios en 2021 se ubicó en Colombia en 26 por cada 100 mil habitantes. Esto representa una disminución del 57% frente a las cifras del año 2000 y una disminución del 70% frente a la cifra registrada en 1991. En ciudades como Medellín la disminución desde los años más violentos es superior al 95%. Pero la narrativa predominante es que “nada podría estar peor”.
Décadas de crecimiento económico, inversión y reinversión llevaron a que por ejemplo el 97% de los hogares cuenten con energía eléctrica en sus hogares, que es en su mayoría energía limpia y renovable producida por hidroeléctricas. Si bien vale reiterar que aún hay un vaso medio vacío (que además se vio afectado por la pandemia) que requiere soluciones, es necesario reconocer y cuidar el vaso medio lleno y los procesos que lo han venido alimentando. La indignación no puede sustituir el pensamiento.