El doctor Pablo Emilio Ramírez Calderón publicó en este diario hace unos días un interesante artículo que tituló “Lo perfecto es enemigo de lo bueno”. En esencia decía cómo antes los médicos, que carecían de los recursos técnicos de hoy, daban con la cura de muchos males sin que el paciente tuviera que gastar tanto dinero en cartapacios de exámenes sofisticados y días y días de espera de los resultados.
Aunque la historia que voy a referir es distinta pero por algún lado parecida, pues el modernismo y las mañas a veces se dan la mano, el doctor Pablo Emilio, calificado galeno del departamento, caritativo y humano, estudioso de la historia, hombre culto y atildado escritor, me hizo acordar de la siguiente, en realidad un viejo cuento – de seguro que él lo sabe – sobre el labriego que acudió al médico pueblerino para que le remediara una dolencia en un oído. El facultativo le practicó un lavado y le formuló una pomada y algunas grageas. El paciente se fue aliviado y agradecido. Pero con frecuencia regresaba a que el matasanos le repitiera la receta.
Dicho maestro tenía un hijo, al que envió a la capital de la república a que estudiara su misma profesión. Pasados los años el muchacho volvió al caserío con el flamante título de médico general y cirujano. Su progenitor le cedió el lugar y el mozalbete se instaló en el antiguo consultorio, con la respectiva placa reluciente en la pared de entrada. Muy orondo y estrenando un cómodo sillón, esperaba estrenar también enfermo. ¿Y adivinen quién le llegó de primero? Justamente el campesino del oído adolorido.
En la noche hijo y padre comentaron las incidencias del día. El joven le contó orgulloso que ya había atendido a su primer paciente y que se trataba de un campesino que tenía en un oído una garrapata bien afianzada.
“El asunto fue muy fácil –le dijo – Con unas pinzas le retiré el animalejo”. El papá saltó de su silla. “¡Cómo fue a hacer eso!” – le reprochó.
“¿Hice algún procedimiento mal, padre?” – le respondió asustado el bisoño. “¡No, pendejo! ¡Es que esa garrapata fue la que me dio para mandarlo a usted a estudiar y para mantener la familia!”
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