Nos referimos al término de la justicia eterna, para aludir a la justicia Divina, la que se cree que define Dios, cuando lo humano se extingue, y viene lo que será esa otra existencia, la que se supone perdurará para siempre; aquella que los libros sagrados señalan que su definición está a partir del juicio final.
Pero en nuestro caso, la justicia eterna parece estar aquí, en este mismo mundo terrenal, pues al paso que suele avanzar nuestro sistema judicial, los procesos se alargan tanto que muchos juicios terminan en preclusión de términos; es decir, sin que se sepa nunca qué fue lo que pasó. Se dice que de cada 100 procesos solo siete logran llegar a una sentencia efectiva, sin entrar a establecer el tiempo que tuvo que durar la actuación judicial. Somos tan perezosos o tan irresponsables, o tan precarios, como se le quiera llamar, en materia de justicia, que pareciera que efectivamente ese trabajo es mejor dejárselo a Dios; no podemos decir que a que duerma el sueño de los justos, sino el sueño de los injustos; este sí, enigmático y dramático.
Según Antón Castán “la justicia camina tan despacio, que envejece en el camino. Cuando llega nadie la reconoce, porque llega convertida en injusticia”. Y Jesús Zarate Moreno en su admirada novela La Cárcel, dice “La justicia es como el guerrero chino que luchaba por la vida de un emperador cuya dinastía había terminado hacia mil años”.
Se acaba de firmar un convenio con el Banco Interamericano de desarrollo, que representa un apoyo de 500 millones de dólares para tecnificar la justicia en Colombia; un excelente logro, que en pesos puede llegar a representar dos billones. Realmente una oportunidad económica que es necesario aprovechar en la mejor forma, para que efectivamente podamos experimentar un avance en eso que llamamos justicia, que los textos definen muy bien, pero que la práctica se niega a reconocer e imponer.
Es una inversión que no se puede dejar en manos de improvisados, ni en personas que conceptualmente no tengan el conocimiento y la capacidad para lograr la efectividad del esfuerzo presupuestal. Creemos que es necesario llamar expertos internacionales, que se pueden pagar muy bien, con una suma como la que se anuncia, para que efectivamente se defina lo mejor, que debe estar encaminado hacia dos objetivos: la descongestión y la implementación de las nuevas tecnologías. Desde luego también habrá que pensar en la vinculación de nuevos talentos que puedan estar en capacidad de implantar los modernos esquemas y que sirvan para jalonar el proceso dentro del resto de funcionarios que actualmente están vinculados.
Todo esto debe contemplar esquemas de cumplimiento muy precisos, pues de no ser así, lo que se llegue a lograr, muy pronto estará perdido, y de esta manera los recursos esfumados. Que la justicia sea una palabra que infunda respeto y acatamiento, y no un sofisma para ignorar y pisotear su contenido.
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