Boston.-Cuarenta años después, el expresidente estadounidense Jimmy Carter es aún recordado por la debilidad que mostró ante la llamada crisis de Irán. Cuando cayó el último Sha de Persia, Reza Palhevi, claro aliado del gobierno de los Estados Unidos y corrupto como muchos de los dirigentes de “países amigos”, subió al poder el líder extremista religioso el Ayatolá Jomeini, quien casi de manera inmediata se declaró en conflicto con los Estados Unidos. Jimmy Carter, en su política apaciguadora trató de manejar diplomáticamente el asunto, hasta que se rompieron drásticamente los diálogos diplomáticos producto de haber admitido en suelo estadounidense al antiguo Sha.
Al salir “en medio del caos” como dijo en estos días el presidente Joe Biden, los seguidores del Ayatolá violaron territorio de la embajada estadounidense en Teherán y tomaron de rehenes a quienes aún estaban allí. Se intentaron dos operaciones fallidas con fuerzas especiales que resultaron un absoluto fracaso sin siquiera entrar en territorio iraní, en las que murieron ocho militares. Esto hizo ver al poder estadounidense humillado por el líder religioso iraní quien tuvo 444 días secuestrados al personal de la embajada y fueron liberados después que Estados Unidos aceptó las condiciones impuestas por Irán. Producto de Carter vino, Ronald Reagan, quien dejó una importante huella en Estados Unidos. Cuando Estados Unidos olvida que es un poder mundial, siempre hay un enemigo extremista dispuesto a hacérselo recordar dolorosamente.
Lo estamos viviendo hoy con Biden en Afganistán. Después de salir de la única forma que Biden consideró se debía salir de Afganistán, en medio del caos, debió volver a tratar de evacuar civiles estadounidenses y colaboradores afganos, dejando como fecha inamovible del retiro total el 30 de agosto de 2021, a pesar de los pedidos del G7 de extender ese plazo y del atentado terrorista en el aeropuerto de Kabul que dejó 13 militares muertos y más de 100 muertos civiles.
Los afganos dicen que el ataque fue del Estado Islámico, versión que válida el gobierno Biden, aunque testigos dijeron ver disparar a talibanes. Agregaron que el aeropuerto de Kabul estaba bajo control de las tropas estadounidenses. Biden en menos de quince días ha salido a la televisión gringa a hablar fuerte y decir que vengaran toda afrenta, lo cual cada vez más suena más falso y ridículo, pues dejo como fecha inamovible la establecida por el talibán, además con la amenaza de aquellos que de no salir en esa fecha se atuvieran a las consecuencias.
Biden se parece cada vez más a Carter. La economía durante Carter estuvo en crisis y hay nubes negras en el cielo económico gringo ahora. Estados Unidos tiene un nivel de deuda muy alto (más del 100% del PIB) cuyo servicio ha podido atender sin problemas por unas tasas de interés cercanas a cero, las que a su vez responden a una muy baja inflación, cuyo comportamiento no ha podido ser bien explicado.
El problema es que cuando venga un destorcida inflacionaria la crisis fiscal será gigantesca. Y lo paradójico es que es probable que la inflación se esté creciendo como resultado del “gasto” de los subsidios que no está atado a un crecimiento económico, lo cual significaría que la idea de los subsidios no sería un tiro al pie de la economía gringa, sino un tiro muy cercano al corazón. Si a eso sumamos una ralentización de la economía, por la dificultad de conseguir empleados debido a que muchos decidieron vivir de los nuevos subsidios de pandemia, la réplica pandémica generada por motivos ideológicos, los cuatro años de Biden van a ser muy largos para los Estados Unidos. Problemas económicos y de política exterior son la tenaza que acaba cualquier poder político gringo.
Las próximas elecciones sean regionales o de Congreso mostrarán el efecto político Biden y los costos de aplicar políticas “progresistas” en el país líder de la libertad y la ética del trabajo.