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La lupa de Davos al capitalismo neoliberal
El manifiesto en cuestión se cocinó lentamente durante medio siglo.
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Viernes, 14 de Febrero de 2020

Las noticias son claras, expresadas en el Manifiesto firmado la semana pasada en la reunión anual de la oligarquía política y económica mundial en Davos, Suiza. Ni más ni menos que al capitalismo libérrimo y sin restricciones, salvaje como lo caracterizan algunos, lo habrían llamado a calificar servicios. Falta ver cómo se desenvuelve la situación en adelante. Lo novedoso y podría decirse, promisorio del hecho es que lo firmaron quienes de manera directa tienen la última y efectiva palabra en asuntos materiales y de riqueza. No fueron ni académicos románticos y hasta ilusos o políticos en trance de obtener resultados electorales. Lo firmaron capitalistas de calibre y presidentes de grandes empresas, muchas de ellas multinacionales; es decir, la flor y nata de las personas y entidades que tienen la última y efectiva palabra en asuntos materiales de economía y riqueza.

El manifiesto en cuestión se cocinó lentamente durante medio siglo, desde cuando se empezó a hablar de responsabilidad empresarial con los accionistas sino con los empleados y obreros, en torno a un salario y unas prestaciones justas. En un segundo momento, la responsabilidad se amplió a las familias de los vinculados laboralmente: educación, vivienda, salud, recreación. En Colombia fueron pioneras en esto las cajas de compensación familiar, una iniciativa empresarial que junto con el subsidio familiar, fue liderada por la ANDI y que ahora la estolidez de algunos pretende abolir.

Milton Friedman desde la Universidad de Chicago, voz cantante de los planteamientos neoliberales afirma contundentemente que la única responsabilidad de la empresa es producir el máximo de utilidades presentes para sus accionistas, que es la bandera neoliberal para reducir a su mínima expresión la responsabilidad empresarial.

Pues bien, después de esos años, la realidad mundial es bien compleja: un cambio climático que va en serio y amenazante, como se reconoció en Davos; una acumulación de riqueza y un aumento de la desigualdad, como no se había visto antes; una crisis del estado nacional y de la democracia representativa que a lo largo y ancho del globo alimenta una dinámica de protesta, especialmente de jóvenes y de clases medias, que expresan un malestar, una insatisfacción de fondo. 

Los empresarios empiezan a entender que por razones éticas o de pura conveniencia, por no decir supervivencia, ese escenario crítico necesita una respuesta a fondo desde las empresas, que deben dejar de lado el simplismo de los planteamientos de Friedman. Por eso en Davos se profundizó el planteamiento hecho desde 1997, de propender por un capitalismo sostenible o consciente o de “stackholders”, que va más allá del solo enriquecimiento de los accionistas, como proponía Friedman. Un capitalismo que abandone el inmediatismo que ese propósito simplificado implica. Ello significa considerar que la empresa es más que una unidad económica para generar riqueza material, pues está llamada a responder a aspiraciones sociales y humanas como parte integrante de un sistema social amplio. Con sus “stackholders” - accionistas, empleados, clientes, proveedores, comunidades locales y sociedad en general -, debe comprometerse en la creación de un valor económico compartido y sostenible que, además fortalezca a largo plazo su propiedad.

Sea con espíritu contrito o por simple instinto de conservación, lo importante es que esa cúpula de poder logre mirar hacia abajo, hacia la realidad en que se desenvuelve para tomar conciencia de ella, que es también la suya, y que es amenazante para sus proyectos empresariales, para que decidan pasar de expedir manifiestos. Esa sería una medida salvadora para todos. 

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