La región del Catatumbo, que tiene cerca de 5 mil kilómetros cuadrados, alberga más de 280 mil personas, dispersas en 11 municipios.
Hoy en día, se habla de ella por la extrema violencia que deriva del narcotráfico. Y olvidamos el paraíso que fue, y puede todavía ser por su extraordinaria riqueza y múltiples encantos.
Abundante en petróleo, al punto que durante la mayoría del siglo XX produjo más de 60 mil barriles diarios, también lo es en carbón y uranio.
Pero además, desde la época de la Colonia mostró la bondad de sus suelos para la agricultura, primeramente produciendo caña y cacao y, más adelante, café, maíz, arroz, plátano y yuca.
Así mismo, sus tierras han sido más que generosas para la ganadería. Todo ello se explica por su potencial hídrico, dados esos ríos hermosos que se deslizan como serpientes por entre la selva.
Entre sus encantos, baste mencionar el Faro del Catatumbo, un fenómeno meteorológico de múltiples descargas eléctricas que se pueden contemplar al menos 250 noches del año, y que saltó a la literatura bajo la pluma mágica de Lope de Vega en 1597, cuando escribió Dragontea, ese poema épico que narra la derrota del pirata Francis Drake a manos de Diego Suárez.
Otros curiosos de la investigación, como Alexander von Humboldt y Agustín Codazzi, también se maravillaron al observarlo.
Hoy es considerado el sitio del planeta con mayor generación de relámpagos por kilómetro cuadrado.
Desde los valles de Cúcuta, a veces se le contempla en todo su esplendor y grandeza.
Nuestros vecinos del estado Zulia, le dedican una estrofa en su himno, al paso que los motilones barí y otras tribus lo consideran el resplandor eterno que le rinde tributo al Creador.
Pero del petróleo no quedó nada, o casi nada. Ni siquiera una carretera o ferrocarril que conecte adecuadamente Cúcuta, Tibú, La Gabarra, El Tarra y Convención. Esa riqueza nutría las arcas de una multinacional estadounidense.
El subdesarrollo, entonces, continuó a pesar de los relámpagos que algunos interpretan como un llamado de atención de la naturaleza.
Después vendría la construcción del oleoducto Caño Limón - Coveñas, que atravesó nuesto departamento, e incrementó el poderío del Eln por las extorsiones a la Mannesmann, compañía encargada de su construcción.
Luego se asentaron otros grupos armados ilegales, como las Farc y el Epl y, cuando el narcotráfico vio la utilidad de la zona no sólo para cultivar coca sino también como corredor estratégico, bandas criminales como los Rastrojos, las Aguilas Negras y los Urabeños aparecieron.
Esa selva ha sido torturada sin piedad en los últimos 40 años. El paraíso se transformó en infierno, como quiera que la violencia se tomó la región. Según el informe de Naciones Unidas de 2018, la zona tiene más de 33 mil hectáreas de coca, lo cual coloca al Norte de Santander como el segundo departamento del país en cultivos ilícitos, después de Nariño. Ello explica porqué bandas criminales y grupos guerrilleros se disputan el control territorial. Por si fuera poco, algunos carteles mejicanos también tienen presencia y alianzas. El incremento de la violencia lo sustentan las cifras: las víctimas fueron 7368 en 2017, al paso que llegaron a 30380 en 2018. Ese aumento del 412% se explica en parte por el terrible enfrentamiento que hubo entre el ELN y el EPL durante algunos meses de 2018.
A principos de la semana, la región tuvo la fortuna de recibir 46 millones de dólares, merced a una donación de Howard Buffet, un filántropo estadounidense que ya había donado otros 22 millones de dólares con destino al desminado y la sustitución de cultivos ilícitos. El presidente de la República y el propio donante estuvieron en la zona. Los dineros se destinarán a la recuperación de 112 kilómetros de caminos regionales y 178 de vías terciarias. Esta inversión hace parte del programa Catatumbo Sostenible, que deriva del conjunto de Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial contempados en el Acuerdo de Paz.
El Catatumbo puede dejar de ser ese infierno de violencia que le caracteriza, y puede convertirse en el paraíso que la naturaleza nos regaló. Para comenzar su recuperación, dos cosas son importantes: el ejemplo en el manejo honesto de la donación de 46 millones de dólares y la efectividad en las obras contempladas; y, lo más importante, que no es tarea fácil, la liberación de la región de los grupos armados ilegales y el narcotráfico. En este último propósito, esperamos que el compromiso expresado por el presidente Duque, con toda la institucionalidad, sea real y no un simple saludo protocolario.