Proponer soluciones a los problemas acumulados en Colombia no es una necedad populista, ni demagógica, ni apego al comunismo, como pretende hacerlo creer la derecha fundamentalista y dogmática, aferrada a que nada cambie para preservar privilegios aberrantes.
Esas soluciones son una necesidad prioritaria si en verdad se quiere que Colombia sea el Estado social de derecho, como lo establece la Constitución de 1991. Es garantizar que la democracia sea funcional y se superen las brechas de la desigualdad que han alcanzado tanto predominio. Es un salto histórico por encima de las crestas de la borrasca recurrente.
Negar que el país es un tejido de puntadas desatinadas es como intentar tapar el sol con las manos y el afán de sostener esa distorsión lleva a la generación de graves conflictos. No reconocer la gravedad de los hechos perturbadores pone a los gobiernos a cabalgar con rumbo equivocado, lo cual se convierte en un surtidor de adversidades que afectan la vida de la mayoría de la población que habita la nación.
¿Cómo puede ser posible soportar la violencia generalizada, atizada por causas reconocidas pero consentidas, entre las cuales es relevante el régimen de la propiedad feudal de la tierra, mediante el cual se ha consolidado el desarraigo de los campesinos para arrebatarles lo que les corresponde legítimamente?
El bloqueo a una reforma agraria que haga productiva la tierra es oponerse al desarrollo económico con el cual se rompería el círculo de la pobreza y del atraso.
A ese capítulo deleznable de la tenencia mezquina de la tierra hay que agregar la abrumadora avalancha de la corrupción en el país. Es un monstruo devorador por sustentáculos dominantes.
Pero también están los atrasos en servicios públicos, con déficit de agua potable para la población en diferentes regiones, a pesar de contar con surtidos recursos hídricos.
La gavilla montada contra la reforma a la salud es otro despropósito de la oposición. Es condenar a gran parte de la población a cargar con enfermedades sin posibilidades de una adecuada atención médica. No aceptar que se trata de un derecho fundamental y no de un negocio hace que los voceros de las empresas que se lucran de ese mercado acuñen riqueza a costa de la desprotección o de los precarios tratamientos.
El tejido de los problemas que agobian a los colombianos incluye la educación, el empleo y su remuneración, la pensión, la vivienda. En todos hay que hacer ajustes, garantizando que son cambios para mejorar las condiciones de vida de los colombianos. Es dejar a atrás la sociedad clasista, desigual y atrapada en vergonzosas discriminaciones.
Y está bien que haya discusión sobre las propuestas de cambio, pero eso no debe impedir que las decisiones finales sean las que lleven mejoras efectivas a los colombianos que han padecido la discriminación de los poderosos.
Quienes han gobernado a Colombia en forma equivocada están de relevo y deben entender que ahora le toca al pueblo en la perspectiva de aportar beneficios colectivos en lo económico, lo social, lo cultural para una existencia digna.
Puntada
El discurso del presidente Gustavo Petro el 20 de julio para instalar el Congreso trazó con claridad el rumbo de la nación.
ciceronflorezm@gmail.com
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