El empate en Perú entre los candidatos de izquierda y derecha, aquí llamados centroderecha y centroizquierda por ese prurito de matizar los nombres para parecer otra cosa, muestra como ya se palpó en Chile, en Ecuador y ahora en Colombia, un problema estructural de fondo. No es como dicen nuestros opinadores mamertos, una cuestión de “polarización”, sino algo realmente profundo. El problema raizal es que el régimen extractista y excluyente latinoamericano, gracias a la pandemia, aceleró su autodestrucción; es un cuerpo enfermo y más propenso a ser atacado por virus peligrosos. Por eso, y ante ninguna otra alternativa visible, lo único que aparece como posibilidad es el socialismo, línea castrista. Hay medio país harto del régimen, influida por el virus socialista, y la otra mitad queriendo evitar caer en las garras del destructor socialismo, y ninguno avizora otra salida. Nadie propone un cambio sostenible, esto es, un modelo de real economía de mercado, con los cambios democráticos institucionales correspondientes, que permitan creación sostenible de riqueza, y con la transformación total de la educación, permitir ganancias reales de equidad en toda la sociedad, ampliando de manera radical la clase media. El socialismo logró con éxito vender que el moribundo régimen era ese estado capitalista excluyente. Hoy, todo lo que sepa a democracia liberal y sana economía de mercado es “ultraderecha”.
Robert Kaplan en su libro Gruñidos Imperiales, relata que preguntó a un magnate local filipino “¿Por qué era Filipinas un lugar tan corrupto?”, y éste respondió: “Dígame un lugar del mundo donde los españoles hayan pasado mucho tiempo, que esté bien gobernado”. En el análisis del fracaso latinoamericano, que una revista de geopolítica tituló “América Latina, un crimen sin castigo”, habrá que considerar este punto, pues América Latina es el continente de las grandes desilusiones. El caso más vergonzoso es Argentina, único país del mundo que logró ser un país desarrollado y retrocedió al subdesarrollo, y el más reciente Venezuela, país que estuvo por encima de la media y retrocedió hasta un estado de perfil haitiano. Varios países que parecían avanzar, como Chile, vuelven atrás; incluso Perú fue una gran sorpresa, pero hace unos años se debate en crisis presidenciales. Es el subcontinente de pequeñas ganancias y gigantescos fracasos.
El régimen latinoamericano agoniza y aguarda su cadáver el socialismo filocubano. No se ha podido, en dos siglos, lograr un giro hacia el desarrollo a través de una verdadera democracia liberal y una economía no extractiva. ¿Por qué? Tal vez de su análisis pendiente, se encuentre alguna salida. ¿Se puede hacer eso en este momento, más aún cuando agentes del socialismo están fuertemente enquistados en los poderes públicos, medios de comunicación y academia? Se tendería a pensar que no. Lo grave es que la línea de falla con igualdad de presiones a cada lado de ella hace prever que se avecina un cataclismo social que buscará ser capitalizado por los agentes del socialismo filocubano, pero que puede también desencadenar una anarquía brutal en algún país. Las placas tectónicas del moribundo régimen y el socialismo “bolivariano” parecen no dejar espacio a una salida desconocida para América Latina, la del desarrollo.
El régimen existente, prácticamente el mismo que se heredó de España, con algunas modernizaciones, parece estar muriendo al fin, pero no por un cambio hacia el desarrollo sino por una aceleración de sus contradicciones por la pandemia y el ataque frontal del socialismo filocubano, que amenaza hundir a América Latina en una trampa de pobreza y falta de libertad crónicas.
La administración Kennedy, en su momento, creó la teoría del dominó, según la cual, si se dejaba en el sureste asiático caer a un país en el socialismo, los demás seguirían como fichas de dominó. Esta teoría mostró ser incorrecta para ese momento, pero ¿será incorrecta ahora en nuestro subcontinente?
Nota. Fecode volvió a trabajar cuando empezaron las vacaciones de los estudiantes y el terrorismo apareció cuando se “suspendió” el paro. Solo coincidencias.