Haciendo una revisión de noticias y medios me di cuenta de que no todo lo interesante es importante, y viceversa. Por ejemplo, el debate sobre si Plutón vuelve o no a ser planeta, para mí no es algo vital. Otras cosas mucho más terrícolas son las que me preocupan. Otras cosas, que si bien no son tan interesantes o llamativas, sí son muy importantes porque definen el futuro de las personas, como el fin del cuatrienio legislativo en Colombia.
El último año de gobierno siempre es motivo de preocupación para los Jefes de Estado. Para Juan Manuel Santos no es la excepción, sobre todo, teniendo en cuenta que todavía le quedan muchos compromisos por cumplir en relación con el fin del conflicto y la consolidación de la paz. Además, se le agota el tiempo. Todos sus esfuerzos deberán concentrarse en la última legislatura del Congreso que arrancó el pasado 20 de julio y en combatir tres fenómenos de los que no ha podido escapar durante su mandato: El ausentismo de los legisladores, la (creciente) polarización al interior de las corporaciones, y la inminente distracción que representa el venidero período electoral.
Este último año de legislatura del período Santos será vital para el proceso de paz, porque, luego de la firma y entrega de las armas de las Farc, viene una etapa de gran relevancia: La adecuación de las normas y la situación jurídica del país para garantizar una paz estable y duradera, pero, sobre todo, con justicia y reparación para las víctimas. No obstante, será aún más difícil que las etapas anteriores. La implementación del marco normativo del Acuerdo de Paz deberá superar muchos obstáculos, entre los que se encuentra la polarización política y la credibilidad de algunos de los puntos pactados en La Habana.
Uno de ellos es la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la cual no cuenta con el apoyo incondicional de la Unidad Nacional y a su vez ha sido duramente criticada por distintos sectores políticos, no sólo por el siempre saboteador Centro Democrático. También Cambio Radical, el Polo y otras colectividades se han sumado a las críticas hacia la JEP, sobre todo respecto a que ésta sea totalmente independiente de la justicia ordinaria, lo cual significa una ruptura de la unidad de administración de justicia del país.
Actualmente no existe una sola bancada de la paz, por el contrario, la unidad de los partidos en coalición se ha vuelto inestable y la tracción con que venía el apoyo a la normatividad de los acuerdos de paz se ha debilitado en una tendencia que parece no tener reversa en este momento. Dependerá de Santos cambiar esa tendencia y buscar mayor apoyo para la implementación del marco normativo del posconflicto, si se quiere atravesar con éxito esta fase crítica. La estrategia que emprendió el Presidente desde su discurso en la instalación del Congreso es la correcta: Despersonalizar la paz y tratar de enfocar a los legisladores en que los logros son generales y no personales.
Finalmente, para que este recién instalado congreso se convierta en el ‘Congreso de la Paz’, como lo llamó Juan Manuel Santos en su intervención en el recinto, deberá debatir y aprobar cuatro proyectos claves para la implementación satisfactoria de los acuerdos: JEP, ley de tierras, la creación de las circunscripciones especiales de paz; y la destinación de inversiones provenientes del Sistema General de Regalías, al posconflicto. Para esta tarea será vital la gestión de Rodrigo Lara y Efraín Cepeda, como presidentes de la Cámara y el Senado, respectivamente. Ellos tendrán la labor de ser alfiles de la unificación y llevar el Congreso hacia una sola orilla, como capitanes de un barco que ha estado al borde del hundimiento en reiteradas ocasiones.