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Las guerras de Colombia
Colombia tiene tradición de ser un país que solo lucha en los alfombrados salones diplomáticos, aunque últimamente no ve una.
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Domingo, 13 de Septiembre de 2015

“Pudimos escoger entre la guerra y la humillación. Escogimos la humillación y también tendremos la guerra”. 

Winston Churchill.

Dice Perogrullo que para pelear se necesitan dos. Y ganas. Colombia tiene tradición- y no es propaganda- de ser un país que solo lucha en los alfombrados salones diplomáticos, aunque últimamente no ve una. 

Escasas veces se ha batido con extranjeros en el campo de Marte. He aquí esas veces: En 1828, dos veces la invadió Perú; en la primera batalla intervino Sucre y en la segunda el propio Libertador; los peruanos duplicaban al Ejército colombiano y estaban mejor equipados. La causa de Colombia triunfó. 

En 1863, también en dos oportunidades Ecuador, con tropas al mando de su presidente Gabriel García Moreno, invadió nuestro territorio. Sus fuerzas superaban a las nuestras en hombres y armas. 

En la segunda ocasión, por la astucia del general Tomás Cipriano de Mosquera que los llevó a un pantano, volvimos a triunfar. 

En 1911 los peruanos reiteraron sus agresiones en el sitio La Pedrera, y sólo gracias a la gestión del ministro de Relaciones Exteriores doctor Enrique Olaya Herrera, nos dejaron en paz, mas por un tiempo.  

En efecto, en 1932 Perú volvió a repetir la gracia, pero con mayor contundencia. En esta vez sí que nos cogió con los calzones abajo. 

No teníamos aviones, ni submarinos – con los que sí contaba Perú – ni suficiente tropa, ni dinero, por lo que las señoras entregaron sus joyas y anillos de matrimonio para ayudar en los gastos al gobierno. 

El general Vásquez Cobo tuvo que volar de urgencia a Europa a conseguir barcos, aviones y municiones. Hubo escaramuzas, algunas pequeñas batallas y por fortuna pocos muertos de lado y lado. 

El azar casi siempre favorecía a Colombia. Vencimos. Y por las oraciones de nuestras abuelas nos escapamos de la reacción peruana cuando enemigos de su presidente Sánchez Cerro le dieron muerte, la víspera de enviar 20.000 soldados a atacarnos. 

Con Venezuela nunca ha habido enfrentamientos bélicos. Esa república no ceja de buscar la confrontación pero nuestros fríos diplomáticos rolos aguantan más que un caballo de palo. 

Ya se sabe que los últimos bogotanos combatientes – arrechos, decimos por aquí - fueron principalmente Nariño, Maza y Baraya. 

Nuestro coterráneo el presidente Barco, que por las características que nos atribuyen debiera haber obrado con mayor resolución, en agosto de 1987 tuvo que recular la corbeta Caldas en el golfo de Coquivacoa  pues los hermanos venezolanos nos hubieran humillado militarmente. Y parece que ahora estamos en las mismas condiciones. 

De pronto sea ventajoso tener una canciller bonita  que se da abrazos y se desternilla de la risa en Cartagena con su par la venezolana mientras la feroz Guardia saca a patadas a nuestros compatriotas. 

Sí, es mejor así. La guerra es peor. Y a Colombia ni le gusta, ni nunca ha estado preparada. En 1941 rompió relaciones con el Eje. Alemania respondió en 1942 y 1943 con el hundimiento de tres de nuestros barcos. Después no volvió a mirarnos porque estaba muy ocupada dándose plomo con los Aliados. Colombia no pudo ni dispararle con una cauchera pero sí emprendió una persecución en muchos sitios contra sus súbditos. ¡Ah! También cazamos una guerra con los comunistas en 1950. Pero eso fue bien lejos. Les enviamos 5.100 soldados a las fuerzas de las Naciones Unidas. Ahora Corea del Sur, por la que combatimos, en ese tiempo pobre y subdesarrollada, solita se enfrenta a la Corea del Norte, y con bomba nuclear, si es preciso.

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