El lío que se ha generado en el país con la confirmación del gobierno de Estados Unidos de que el software de Pegasus fue comprado con sus recursos, confirma aún más que se trata de programa espía para la lucha contra el narcotráfico, sobre el cual no se le había informado al presidente Duque. El debate no es de cualquier envergadura, pues en esa confrontación verbal, Petro se apresuró a señalar que lo había adquirido el anterior mandatario con el propósito de espiar a la oposición. Esa lucha mediática en la que gira la política hoy en día en la que cualquier información carente de respaldo quiere imponerse sobre la verdad. Algunos dirán que con mucho de eso acaba de ganar  Trump las elecciones, como aquella afirmación de que los migrantes comían animales, como las mascotas y por ello era necesario hacer el muro. Con esas afirmaciones tendenciosas Trump gana la presidencia. Así triunfa la política hoy en día, no importa que se trate de una mentira. Es el precio de ese mundo nuevo en el que cualquier cosa se puede decir, en el mundo de las redes sociales en las que todo es válido.

Del episodio de Pegasus surge otro interrogante: ¿hasta dónde es válido mantener a un presidente desinformado? Se asegura que Duque no conocía de la compra. ¿Es válido frente a la ley que por razones de seguridad nacional el jefe de Estado de una nación no conozca una adquisición de esa dimensión? En principio no, una compra de esa magnitud y connotación la debe conocer un presidente, porque no resulta fácil entender qué funcionarios pueden estar por encima de un jefe de Estado. Incluso, difícil creer que Duque no conociera de esa compra. La otra realidad es la que acaba de suceder con el triunfo de Trump. El mundo y los intereses de los países cada día se mueven entre poderosos grupos económicos transnacionales que no se sienten sujetos ni condicionados a la institucionalidad de los países. Son grupos que actúan y defienden sus intereses por el mundo. Algo de eso le sucedió hace años a Salvador Allende en Chile, cuando transnacionales en defensa de sus intereses lo primero que hicieron fue paralizar el país con un paro de transporte. Y ahora esa política se hará más fuerte con el triunfo de Trump, elecciones en las que este último gana porque finalmente le mostró al elector que primero estaba la economía, y entre otras razones, para lograrlo había que parar la migración al precio que fuera, así haya que construir un muro. Ahora vendrá esa nueva realidad para América con el triunfo de Trump, de limitar al máximo la injerencia de los intereses económicos de China en esta parte del mundo. Esa es la verdad y la realidad de lo que se va a imponer en la política mundial hoy en día.

Volviendo al episodio de Pegasus, queda mal el presidente Petro, como bien se analiza en el editorial de ayer, de que trate de utilizar una compra sobre la base de una mentira en la que supuestamente el propósito era que Duque trataba de utilizarla para espiar su campaña. La mediatez, el comentario rápido y sin firmeza como ha sido característico del presidente en otros episodios, como ese otro del supuesto “golpe blando”, que no existe. Esas son las mentiras en la política sobre las cuales no se puede gobernar un país, creando fantasmas y más cuando contrariamente, hablando de economía, el ministro de Hacienda acaba de expresar que el recorte del presupuesto no puede ser de 20 billones, sino de 33. El de Pegasus no es un episodio fácil, de hecho tiene muchas variantes, pero ahora más que nunca el Triunfo de Trump logrará que se impongan sus políticas pasando por encima de la institucionalidad. En eso cree Trump, y así ganó.

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