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Los del puñal nos invaden
Salir a la calle constituye un riesgo ya de proporciones insospechadas.
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Viernes, 12 de Noviembre de 2021

Los comentarios que hoy en día se ofrecen entre familia y amigos, la mayoría giran en torno al preocupante crecimiento de la inseguridad: robos, atracos y toda clase de actos violentos que ocurren en las calles y que también abarcan los espacios cerrados como casas, apartamentos, oficinas y establecimientos de comercio. Una sociedad atemorizada por delincuentes. Se siente pánico.

Salir a la calle constituye un riesgo ya de proporciones insospechadas, pues significa quedar en manos de los delincuentes que se quieren apropiar de sus pertenencias, y de paso, propinarle a la victima una puñalada o un tiro. Lo hacen sin importar la hora, sin atender a que haya público o no, y en una actitud desafiante, en donde llega uno a la conclusión de que el salvajismo lo está invadiendo todo.

Lo peor es que la característica resulta casi siempre la misma: los vándalos quieren ver sangre, por eso, así la víctima se someta completamente a entregar sin demora sus pertenencias y a suplicar que no le vayan a hacer ningún daño físico, de todas maneras, resultan descargando el puñal, una o varias veces, cuando no ajustándole un certero disparo que de una vez acaba con la vida o lo dejan en condición de discapacidad. Una cadena, un celular, un computador, una bicicleta, resulta ser blanco de los delincuentes y causa de muerte, casi segura.

Bogotá ha revelado datos, que suelen ser la réplica también en las principales ciudades. En los últimos diez meses 110 personas han muerto en atracos y se han presentado 71.619 denuncias de robo de pertenencias. 

Si nos atenemos a que solo una de cada siete personas afectadas denuncia, ya podremos imaginar la dimensión de la cifra.

Le achacábamos la culpa al impacto de la pandemia, que dejó sin empleo a muchas personas y sin posibilidades de sustento, lo que significó el incremento de la pobreza extrema; pero resulta que las cifras de la economía señalan que la recuperación ya ha colocado los niveles experimentados antes de la pandemia, y sin embargo el delito continuó con su preocupante crecimiento.

Claro que la Policía tiene su cuota de culpa; también los alcaldes, porque no han sido capaces de diseñar instrumentos eficientes para combatir el delito, y se siguen repotenciando los casos, frente a una ciudadanía impotente que llega a los niveles de la desesperación, al no sentirse protegida en su vida y bienes.    

Un país en donde el delito sobresale de esta manera tan preocupante, termina no solo por acorralar y humillar a los ciudadanos, sino espantando la inversión; ya muy pronto estarán las alertas internacionales sobre el turismo, advirtiendo a los viajeros sobre los enormes peligros que corren al visitar cualquiera de nuestras ciudades.

Hay que hacer algo extraordinario ya. 

Eso es lo que tienen que entender los responsables de la seguridad ciudadana. 

Nuestras ciudades se están convirtiendo en arrabales de cuchilleros. 

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