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Los nuevos agricultores
El drama de los labriegos del Catatumbo, a quienes las guerrillas no les dejan otra opción que sembrar plantas narcóticas.
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Martes, 22 de Septiembre de 2015

Recuerdo que siendo yo juez de orden público un guerrillero me dijo dentro de la indagatoria que había escogido ese camino porque la labor en el campo era muy dura, sometido al sol y al agua día tras día, en cambio en la guerrilla tenía la comida asegurada, un fusil le confería mucho poder pues podía detener él solo una caravana y ordenar lo que quisiera a cualquier individuo, y no estaba sujeto a ningún trabajo material.

En términos simples, prefirió ser un zángano bien armado.

Concuerda este recuerdo justamente con uno de los puntos no debatidos sino impuestos por los capos de las Farc a los delegados de Juanpa en los llamados diálogos de La Habana, y es el referido a la distribución de la tierra (una reforma agraria a la medida de las Farc).

Por ello, ya le delimitaron al Gobierno cincuenta  zonas, que comprenden más o menos diez millones de hectáreas,  en donde ellos presuntamente se dedicarán a la “agricultura“, las mismas que denominan “Zonas de reserva campesina”, entre ellas la del Catatumbo y la del sur del Cauca, una especie de repúblicas independientes sin las autoridades que reconocen los demás colombianos.    

Que se sepa, los facciosos nunca se han dedicado a cosechar nada que no sea coca y marihuana, y de las únicas siembras que dan cuenta las noticias son las de minas antipersonas.

(Dicen por ahí que cuándo se ha visto trabajar a un comunista). ¿Desde cuándo son agricultores los diez mil hombres de las guerrillas? ¿A qué horas le cogieron amor a la tierra? ¿Cuánto café, papa, panela, maíz y fríjol sacan del Cauca y del Putumayo? ¿Cuánto arroz y cuánto cacao producen en el Catatumbo? ¿Cuánto ganado – ganado, no robado- levantan en Arauca y el Meta? ¿Cuánta carne, cuántos litros de leche, en fin, cuántas toneladas de alimentos le han ofrecido al pueblo colombiano de su propio esfuerzo en los cincuenta años de atacarlo?

A propósito, en La Opinión se publicó una investigación muy completa sobre el drama de los labriegos de municipios del Catatumbo a quienes las guerrillas no les dejan otra opción que sembrar plantas narcóticas. Nada de yuca, o plátano, o frutales, o cría de gallinas y cerdos. El campesino ya abandonó los viejos hábitos y ahora se inclina por contribuir a la producción de estupefacientes, lo que le garantiza su seguridad y una mensualidad suficiente  para mantener a su familia.

De todos modos, bienvenido este contingente de nuevos agricultores. Esperemos a ver con qué salen y para qué quieren que les entreguen prácticamente media Colombia.

¡Ojo! En Antioquia ya se oyen voces de independizarse si ello sucede.  

 

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