En unas cortas vacaciones que tuve este fin de año me di a la tarea de leer el libro del general Mora sobre el proceso de paz con las Farc. Insiste en algunos puntos sobre la negociación que vale la pena destacar:
“Las Farc no llegaron a la mesa de negociaciones por su buena voluntad. Fue un acto de supervivencia frente a su fracaso”, resultado de la reestructuración de las Fuerzas Militares, el plan Colombia y “el liderazgo y compromiso de Uribe por llegar al fin del conflicto. Él fue el verdadero gestor de paz para los colombianos”.
Mientras que las Farc tenían sus objetivos, estrategias y equipo definido y estable y lo que buscaba era “el poder, no la paz”, el equipo del Gobierno destacaba por su “debilidad”.
Para el Gobierno todo lo importante era “mantener a las Farc en la mesa [y] para lograrlo se recurrió a injustificadas concesiones… no pedidas y contrarias a la equidad y conveniencia del Estado” y, por tanto, buscó más “las conveniencias de las Farc que los intereses de la sociedad”.
“La política de Santos era lograr la firma de los acuerdos a como diera lugar [y] terminó en un sofisma de distracción para justificar el terrorismo y el narcotráfico de las Farc”.
El empeño de Santos en “complacer y mantener en la mesa” a las Farc respondía a sus “intereses y ambiciones personales para buscar un lugar en la historia”. Para Mora “la facilidad con que las Farc lograron incorporar sus intereses [en el pacto] se debió a las desmedidas pretensiones del presidente con el Nobel”. Las Farc entendieron rápidamente el verdadero interés de Santos, “pusieron de su lado el factor tiempo”. Las Farc primero aprovecharon el afán de Santos de reelegirse para obtener ventajas estratégicas en la negociación, cuando el Presidente “le vendió el alma al diablo”, y después su obsesión con el Nobel.
“Uno de los más grande errores de Santos fue permitir que se incluyeran en la mesa todos los problemas del país y hacer a las Farc partícipes de su solución […] dejar participar a las Farc en las decisiones del estado significó un inmenso daño a la sociedad y a las instituciones”. Para Mora, tal cosa no fue un acto de ingenuidad sino una decisión “intencionada” de Santos.
La figura del jefe negociador es fuertemente cuestionada. Mora explica los cambios de las posiciones de De la Calle entre lo que pensaba antes de asumir el cargo y lo que hizo durante la negociación por su aspiración de ser candidato presidencial, como efectivamente ocurre en el 2018. A De la Calle “la política no lo deja actuar de acuerdo con sus convicciones”.
Suspender la aspersión aérea de los cultivos de coca con glifosato fue una exigencia de las Farc desde diciembre de 2012.
Las ideas de una constituyente, de darle tratamiento de acuerdo especial a la luz del DIH a lo pactado con las Farc y de ingresarlo al bloque de constitucionalidad estuvieron presentes durante el grueso de la negociación y buscaban que los gobiernos venideros no pudieran cambiar lo pactado por Santos.
Después del triunfo del NO en el plebiscito, remata Mora, al comparar las versiones previas y la nueva del acuerdo, detectó “varias modificaciones que contenían ajustes que jugaban más a favor de las Farc [y] afectaban a los militares” y no se incorporaron ninguno de los “puntos importantes” de los líderes del NO.
Ojalá las lecciones del proceso sean aprendidas. Los errores cometidos fueron gravísimos y muy costosos.