En las décadas recientes las condiciones de vida han mejorado en términos generales y esto ha determinado que aumentara la expectativa de vida en Colombia, lo cual significa que hay más adultos mayores, que ahora tenemos un mayor número de ancianos. Para 2017 la esperanza de vida era de 78.1 años para las mujeres y para los hombres de 71 años.
De acuerdo con las cifras del censo 2018 los mayores de 60 años aumentaron a 9,23% de la población, a esta cifra llegó del 3.98% en 1985. Esto ha llevado a un cambio en la distribución de la población por grupos de edades, ya no somos una pirámide con una base amplia conformada por los menores de 20 años, tal como ocurría hasta mediados del siglo anterior, ahora la figura es un rombo con la mayor parte de los habitantes concentrados en los años que marcan la mediana.
Esto significa también que la seguridad social tiene un reto para el cual debe estar preparado tanto en lo pensional como en garantizar los servicios de salud de manera oportuna y eficiente. Para los médicos esta nueva condición también impone nuevos enfoques en los programas de atención tanto en geriatría como en otras especialidades, porque los ancianos son cada vez más y alcanzan a ocupar algunos un privilegiado lugar entre los centenarios.
Con beneplácito y justicia hay que destacar las cosas buenas que apuntan a favorecer a los ancianos, esta es la Ley 1850 de 2017 mediante la cual se dictan medidas de protección al adulto mayor. Entre lo que más destacado establece que quien someta a condición de abandono y descuido a una persona mayor, con 60 años de edad o más, y afecte sus necesidades de higiene, vestuario, alimentación o salud, incurrirá en penas que pueden ir de 4 a 8 años de prisión y tendrá que pagar multas entre 1 y 5 salarios mínimos mensuales legales vigentes.
Tal como hay leyes que protegen a la niñez, esta ley protege a los ancianos y dispone quienes son los responsables de la asistencia alimentaria de adultos mayores en condición de abandono, descuido o violencia intrafamiliar, las obligaciones económicas derivadas de la prestación de asistencia profesional y alimentaria a los abuelos y abuelas, y los programas de asistencia de carácter público a personas de la tercera edad.
Si ahora tenemos un mayor número de ancianos y ya hay programas de atenciones y leyes que los protegen hace falta que al mismo tiempo tengamos programas sociales y en general comportamientos que los favorezcan. Hasta ahora no hemos privilegiado a los viejos, no hay espacios y sitios públicos destinados exclusivamente para ellos, si los hay son muy escasos y a los niños es probable que hasta ahora no les enseñado de la importancia del anciano, su fragilidad y los cuidados especiales que debemos proporcionarles.
Y finalmente, si nada va bien, hable con un viejo, con la nona, con el abuelo; ellos tienen el tiempo, la sabiduría y la paciencia para oír y enseñar.
