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Memoria del reposo
Hay un vaivén de puertas y ventanas en la morada del destino...
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Lunes, 11 de Marzo de 2019

Una campana empieza a contar el tiempo distinto, algo así como en espiral, hasta envolver la sombra de la memoria y dejarla crecer en los ojos que, así, son capaces de traspasar los misterios. 

La mirada se vuelve pura, aparecen las líneas del camino sin distancias, fluye la magia de saber que el corazón es amigo de la fantasía y en sus rincones se moldean trampas para duendes amables.

Hay un vaivén de puertas y ventanas en la morada del destino para que el rumor del viento grato pase, sin emboscarse, dejando un aroma de estaciones que son edades y un sonido de piano, lento, con escalas de luz.

A la vuelta, como en un encuentro claroscuro, vistiendo de presente, se topan la ausencia, el recuerdo, la cuna de los sueños, las voces de palabras viejas y la migración de los pájaros.

(La ausencia es una figura que he sublimado toda mi vida; es la mejor de las emociones, porque abre a la imaginación que retoña, canta canciones de cosechas y se fuga con las espigas airosas de esperanza).

El cuerpo deja de ser un límite cerrado, se integra al alma en un espacio abierto de querencias, en donde suceden los milagros, como en un prólogo de la bondad del tiempo que se cuelga de los hilos de la lejanía y retorna. 

Y se reclinan en el pecho, ávidas de peregrinaje, las semillas que rondan el silencio y lo siembran en el reposo, cotejando el comienzo con el final, peregrinando hacia la delicia de pensar. 

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