Colombia, en su inmensidad es un país de gentes nobles y solidarias, de las cuales desde tiempos inmemoriales se han aprovechado minorías, quienes nos colocan en el concierto universal como un país de bárbaros, es hora de deslastrarnos de este inmerecido concepto. Es en esta Colombia, martirizada que nace y muere el Dr. Jorge Cristo Sahium, en la comarca “casas del duende” (Cúcuta). Sacrificado en su empeño de una Colombia más amable, con justicia social, tolerancia e incluyente.
Su sangre derramada hace ya 20 años, un fatídico 8 de agosto, es semilla vital en la búsqueda de una patria altiva y no vergonzante. Su compromiso sin vacilación en causas nobles, lo hace víctima de gentes desalmadas, quienes hoy piden perdón por tan horrendo crimen. Su asesinato conmueve los cimientos de la institucionalidad, y es a ella a la que se pretende golpear. A la insurgencia, el Eln, la historia les condena. Como ser humano, era imposible su perfección, solo Dios lo es. Era el Dr. Cristo consecuente con los humildes y amigo leal.
Escogió el Dr. Cristo, como su trinchera de lucha el Partido Liberal de Colombia, y es uno de sus mártires. Su legado estimula y fortalece la democracia seriamente amenazada como un todo. Convencido estoy, advirtiendo que jamás les disculpo, estoy que quienes cegaron su vida desconocían la calidad humana de su víctima. El colmo de lo absurdo. Permítaseme esta reflexión que posiblemente genere controversia. El Dr. Cristo se entregó en los últimos años de su existencia y de tiempo completo al ejercicio de la política, entendiendo que esa era una de sus razones de ser, sin olvidar el principio hipocrático, como médico.
En Colombia el ejercicio de la política se ha convertido en una actividad de alto riesgo, era el Dr. Cristo consiente de esta terrible realidad y sin vacilación asume el riesgo. Era el Dr. Cristo un demócrata integral, respetuoso del contrario, muchos de ellos sus amigos, las gentes humildes de las cuales hizo su causa mucho le extrañan y recuerdan. Colombia hoy se encamina por un país en paz, hacia una sociedad incluyente, de estar vivo el Dr. Cristo hoy sería un ser inmensamente feliz. Reconocimiento a su viuda Doña María Eugenia Bustos y a sus hijos, quienes en actitud valiente, recogen la bandera ensangrentada y asumen el legado del esposo y padre. Los últimos segundos de su existencia los compartió el Dr. Cristo con un humilde policía (Cobaria) a su lado, muere. A veinte años de su sacrificio, su permanencia en el tiempo y el espacio está vigente. Honor y Gloria al Dr. Jorge Cristo Sahium.