La suerte del Cúcuta Deportivo es similar a esos partidos de fútbol en los que los equipos se juegan su vida, su honor en los minutos finales, de manera frenética y con pasión. El asunto es tratar de reversar lo que hizo la Superintendencia de Sociedades y la Dimayor y lograr salvar al equipo. Lo más indignante y triste es que el día 11 de noviembre al mediodía tuvimos la oportunidad de salvar al equipo; la Dimayor en 4 días nos iba a dar un anticipo de 1.500 millones de pesos, era el salvavidas económico que le habría permitido al equipo continuar en la A en el 2021. Pero la soberbia no lo permitió; no fue la Dimayor la que enterró al Cúcuta deportivo, fuimos nosotros. El escritor Milán Kundera lo dijo mejor: “Eres un ingenioso aliado de tus propios sepultureros”, una frase como para hacer una pancarta y exhibirla por ahí por el parque Santander.
La historia de lo que ocurrió fue así. El 11 de noviembre de dio inicio a las 9 de la mañana a la audiencia de incumplimiento en la Supersociedades. En horas de la mañana llamé a la Dimayor porque de ahí era de donde podían surgir soluciones, y el presidente Fernando Jaramillo amablemente me pregunta que de parte de quien iría: “De parte de la hinchada presidente” fue mi respuesta. Hacia las 10 y 30 tuve oportunidad de intervenir en la audiencia y señalé precisamente que lo más razonable era suspender la audiencia unos días mientras se definía qué solución podría dar la Dimayor. Ahí quedó la constancia.
En efecto, llegué hacia la 1 de la tarde y el presidente Fernando Jaramillo con sus abogados me atendió. Lo primero que me dijo “He tratado de comunicarme con la alcaldía y no he podido”. En la reunión se plantearon opciones y el doctor Jaramillo me dijo que era posible un anticipo por derechos de televisión; además para que no quedaran dudas me lo extendió por escrito. El 18 de noviembre girarían los 1.500 millones. Ahí el partido lo teníamos ganado. El Cúcuta se salvaba en el minuto 90, en el último minuto, como aquel 4 -3 contra el América en el último minuto que ganamos en el 88.
A pesar de esta posibilidad real de salvación del equipo que la puse en conocimiento de los acreedores de manera oportuna, la audiencia se reanudó a las 4 de la tarde. Fui el primer sorprendido al escuchar que la decisión de la alcaldía era continuar con la liquidación, como en efecto se hizo. Era el comienzo del funeral. El doctor Paredes y yo dejamos nuevamente la constancia que lo más razonable era suspender. No se nos atendió. Se ordenó la liquidación.
¿Qué viene ahora, cómo podemos salvar el equipo? A mi juicio la Supersociedades incurrió en un grave error procedimental, de prueba. Daba la impresión que la decisión de liquidación ya estaba lista. Si en ese momento hubiera aparecido un magnate con toda la plata para salvar al equipo, eso no importaba, la decisión ya estaba tomaba. Lo importante era liquidar al Cúcuta deportivo. A la Superintendente no le interesó para nada la carta de la Dimayor. La echó al cesto de la basura y siguió con la liquidación.
Ahí está su grave error. Cuando una parte en un proceso le solicita a un juez que valore una prueba no le está pidiendo un favor, legalmente es una obligación del juez valorarla. Buscando sentencias de la Corte Constitucional, mi hijo Andrés Eduardo me encontró una perla. La Corte Constitucional en la decisión T – 467 de 2.019 obligó a la propia superintendencia de sociedades a valorar una prueba por un error “excepcional y protuberante” en un caso muy similar. Por aquí se salva el Cúcuta Deportivo.
El pasado lunes radiqué un escrito de nulidad a la Superintendencia, y el pasado viernes presenté uno nuevo en el que tuve oportunidad de señalar la economía indirecta que genera el equipo en la ciudad. Lo que representa el Cúcuta Deportivo para una ciudad que está en una grave crisis. Seguiré agotando todos lo recursos para que logremos ver al “doblemente glorioso” en el General Santander y respetar esa historia de 96 años que algunos quieren sepultar.