Muchos colombianos están asustados. Y tienen razón. La situación de la Venezuela que era tan rica como los árabes y hoy es más pobre que ratón de ferretería no es para menos. El dinero no vale nada. No se consiguen drogas ni alimentos. Más de un millón de personas han tenido que huir para no caer en las manos de un dictador que parece matachín de opereta cómica, manejado como un títere por sus profesores cubanos y respaldado por unos militares que, según se dice, han caído en el pecado de venderse por dineros untados de corrupción.
El panorama que se conoce aquí es desolador. La inflación acabó con la solidez del bolívar, muchos han tenido que refugiarse en Colombia y mostrar una cara de pobreza que produce lástima. Los billetes con la efigie de Bolívar son regalados por las calles y buses, a cambio de una limosna. Nunca habíamos visto tanta pobreza en el país que se preciaba de ser uno de los más ricos del mundo. Los colombianos estamos asombrados. ¿Cómo pudo ocurrir ese desastre? Y lo peor: ¿es contagioso?
Los cucuteños conocen y sufren el problema. Aquellos que nos humillaban hoy son una caricatura de lo que fueron. No somos ricos, es cierto, pero aquí se consigue de todo. Hay carestía, producida por errores en la política económica, manejada como si fuéramos país rico, al extremo de que se ha establecido un impuesto del 19 por ciento, que ha frenado el consumo. Los pensionados somos ciudadanos de tercera y no se nos cumplió la promesa de rebajar los aportes para salud, que tiene grandes fallas. El presidente Juan Manuel Santos no ha tenido suerte en los nombramientos, sobre todo los de los vicepresidentes que se le voltearon como arepa caliente, ni tampoco en los de algunos ministros, incluyendo dos damas lesbianas que son pareja, hecho que contribuyó como pocos al desprestigio de la administración. ¿Y qué decir del ministro preferido, el de Defensa, que fue embajador en Washington y regresó a hacer oposición? Eso para no hablar del jefe del uribismo, quien fuera su amigo y se convirtió en su peor enemigo.
El camino hacia la paz ha estado sembrado de espinas. La derecha quiere guerra y bala y no puede ver a la guerrilla en el Congreso. Asustan a la gente ignorante con el cuento, que ya se usó con éxito, de que estamos al borde de convertirnos en otra Venezuela. Algo que no es cierto pero asusta y mucho, como ocurrió en el plebiscito, cuando, según confesó dirigente uribista se logró ‘’emberracar a la gente para que saliera a votar’.
La táctica del susto se va a volver a usar en las próximas elecciones. Personas ilustradas y no ilustradas van a pisar la trampa. Que puede llevarnos a gobierno similar al de Maduro, en beneficio de una derecha que quema libros, cierra periódicos, juega con la mala memoria y obligará a la oposición a salir corriendo. Con un problema: no habrá para donde…GPT