Al presidente Juan Manuel Santos se le están ocurriendo innovaciones revolucionarias cuando falta poco tiempo para que sea elegido su sucesor en unos comicios que prometen ser muy polarizados, como resultado de una campaña de odio y tergiversaciones sin parangón en nuestra historia reciente.
Una de las propuestas novedosas del ganador del Nobel de Paz, quien prepara maletas para viajar al olvido para apartarse de las intrigas de quien fuera su mejor amigo y es ahora su peor enemigo, es nada menos que la supresión de la calumniada ley seca, que impide el consumo de licores alcohólicos, el día de las elecciones, para evitar lo que ocurría en tiempos remotos, ojalá superados, cuando las gentes dirimían sus diferencias políticas con machete y revólver.
En mis tiempos de redactor político, en gira por la Costa Atlántica, un desconocido me persiguió durante varios minutos para que le regalara ‘’un traguito’’, como el que acababa de distribuir un aspirante a curul, quien de manera alcohólica reemplazaba los discursos y las tesis con el ron. En otros sitios, los campesinos eran encerrados en corrales, para luego ser conducidos, como borregos, a consignar su voto, previa distribución de tamal, lechona y trago.
Algo se ha progresado en las campañas políticas, de las cuales tengo recuerdo nostálgico, cuando presencié, hace muchos años, a representantes de la autoridad consignando su voto por el gobierno.
La supresión del incentivo alcohólico fue bien recibida, pues muchos colombianos aspiramos a demostrar que somos tan civilizados como los Estados Unidos y los países europeos, donde he tenido la oportunidad de asistir a elecciones, algunas de las cuales se celebran por correo, por internet o por sistemas electrónicos, en días corrientes, sin descanso dominical, como debería ser aquí. Precisamente, para ingresar a la etapa de civilización política, es bueno empezar por la ley seca, rezago de viejas épocas cuando no había sino dos partidos y los jefes eran verdaderos jefes y no necesitaban conseguir firmas en los centros comerciales.
Otra idea original de Santos, quien no olvida sus tiempos de periodista, ha sido algo inédito en nuestras luchas políticas: una carta dirigida a su sucesor, a quien pidió no arrasar con lo que encuentre, sino construir sobre lo que considere que está bien construido. Además, ojalá, promete no inmiscuirse en las decisiones del próximo gobierno, para no caer en los pecados cometidos por su antecesor, Álvaro Uribe, quien no ha dejado gobernar y está recorriendo el país para conseguir la elección de su ahijado, a quien, me imagino, aspira a manipular como muñeco de ventrílocuo.
Entre tanto, a pocos días de las elecciones, como lo habíamos vaticinado, se ha desatado campaña de mentiras, para la cual se utiliza el instrumento favorito de los novios y los ex presidentes: el internet. Recuerdo el pasado cuando se hacía oposición con cartas que circulaban clandestinamente. ¡Qué tiempos aquellos!