En la coyuntura actual que vivimos, donde hay segmentos poblacionales preguntándose si vale la pena seguir con la implementación de los Acuerdos de Paz, aún teniendo en cuenta que 10.000 excombatientes, o sea el 92% de la guerrilla, están cumpliendo y buscan una reintegración total a la sociedad civil, es necesario hacer una evaluación de la institucionalidad y los compromisos del Estado con los territorios: No sólo respecto a los aspectos polémicos y que sirven de caballo electoral a muchos sectores políticos, como la participación política de las Farc, la reparación a las víctimas o la lucha contra las drogas.
También hay que mirar el trabajo que vienen haciendo muchas instituciones en los territorios, y que contribuye directamente a la construcción de paz, bien sea a través del desarrollo rural, o mediante la ejecución de proyectos que generan empleo, mejoran la salud, la educación, el bienestar y construyen tejido social, eliminando, de a poco, pero con contundencia, los incentivos negativos para cometer todo tipo de delitos (independientemente de si hacen parte del crimen organizado).
Hay instituciones que le están aportando a la construcción de una paz estable y duradera en las regiones, y sin ningún tipo de discurso: Sólo con acciones. Son instituciones que están demostrando un compromiso real con los territorios, y que, por ejemplo, dejan ver que divisiones político administrativas olvidadas, como la nuestra, aún importan.
Quiero hablar de dos instituciones que en Norte de Santander vienen trabajando y generando condiciones que permitan garantizar la paz a los habitantes: Por un lado, la Agencia Nacional de Infraestructura, y por el otro, la Agencia Nacional de Hidrocarburos.
La ANI, de la mano del DNP, está trazando y ejecutando el Plan Maestro Ferroviario, para reactivar el transporte férreo en Colombia, con una meta de más de 1.000 kilómetros de vías con operación comercial. La conexión desde el centro del país, y los corredores marítimos con Norte de Santander, hace parte de este plan, el cual permitiría la movilización de la oferta de carga de nuestro departamento (cinco millones de toneladas por año) con menores costos logísticos y mayor eficiencia. En definitiva, un desarrollo de infraestructura que redundaría en desarrollo social y económico para nuestros campesinos y productores.
La ANH, por su lado, trabaja desde varios frentes para contribuir al crecimiento regional en Norte de Santander: En primer lugar, realizó una inversión social (de la mano de empresas del sector de hidrocarburos) de $3.200 millones en 2018, en proyectos entre los que se encuentra el plan de gasificación de Tibú. Además, se están haciendo inversiones propias de la ANH (por valor de $89.000 millones) en contratos de alta relevancia estratégica para el departamento, como: Programa de adquisición sísmica Las Mercedes 2D; Proyecto Pozo estratigráfico Catguas, ambos necesarios para aumentar el potencial de generación de petróleo y gas en Norte de Santander, departamento que actualmente aporta menos del 1% al país, tanto a nivel de reservas, como de producción.
Adicionalmente, la ANH viene trabajando con Progasur en una propuesta para lograr la conexión de Norte de Santander con el Sistema Nacional de Transporte de Gas, proyecto que permitiría atender la demanda de gas en Cúcuta y el área metropolitana, por un lado, e incentivar la producción de gas en Norte de Santander, es decir, aumentar la oferta de gas para el mercado nacional, por otro.
En este tipo de proyectos es que debemos enfocarnos cuando pensamos en tirar la toalla o quitarle nuestro respaldo a los Acuerdos. No podemos perder de vista que el proceso de paz se realizó para ofrecer una mejor calidad de vida, sin enfrentamientos bélicos y con progreso social, a los habitantes del sector rural del país, no para Iván Márquez, El Paisa o Romaña. Esto, y todos los esfuerzos de las instituciones que sí están cambiándole la cara al país, y que nos demuestran que regiones como la nuestra sí importan, son para la gente, son para nuestros conciudadanos y valen la pena todos los sacrificios.
Cuando tengamos ganas de perder la fe, pensemos en la ANI, la ANH, el SNARIV, y otros tantos agentes gubernamentales que sí están dando la batalla por la Colombia que soñamos, a pesar de los incumplimientos de una minoría de las Farc.