En Colombia se vive en este momento una encrucijada por el futuro de la convivencia pacífica en el país. En Europa están en juego los valores democráticos de posguerra y la unidad política de un continente. En el caso sudamericano se trata de la continuidad o ruptura de un proceso de negociación entre el Estado colombiano y un actor armado (Eln), y en el europeo, de los términos del divorcio entre Londres y Bruselas luego de dos años y medio del referéndum del Brexit.
A pesar de que en el primer caso están inmersas la violencia y la pérdida de vidas humanas, y en el segundo están en juego aspectos sociales, políticos y financieros no relacionados con dinámicas bélicas; tanto en la diatriba colombiana como en la del Reino Unido están en juego el desarrollo de las vidas de los ciudadanos de esta generación y de generaciones futuras. Los líderes de ambos territorios deben ser muy racionales en este momento, por el bien de la población.
Sin embargo, quisiera profundizar en el tema del Reino Unido y la posibilidad (muy cercana en términos de tiempo) de que después de 45 años de pertenecer a la Unión Europea, Gran Bretaña dijera adiós definitivamente a esta colectividad.
Luego de que fuese rechazado el acuerdo negociado por Theresa May para la salida del Reino Unido de la UE, el pasado 15 de enero, y de que la Primera Ministra sobreviviera al voto de confianza de su partido, el rol de su liderazgo está a prueba. Hay mucha presión (por la ciudadanía y por el Partido Unionista Democrático) y poco tiempo. En marzo de 2019 vence el plazo para que el Reino Unido determine cómo será su salida de esta unidad geopolítica, ya que hablar de comunidad política sería desconocer todos los problemas que están fragmentando la UE (crisis migratoria, enfrentamiento deudores versus acreedores, pérdida de confianza en el modelo, terrorismo religioso, etc.) y que amenazan con romper esta colectividad que nació como la solución a los conflictos entre países vecinos hace 73 años.
No obstante, resolver el Brexit por superar el hartazgo del proceso sería un error difícil de enmendar. May debe contemplar otras alternativas para el divorcio Londres-Bruselas y lograr el apoyo del Parlamento en cuestión de días. El fin del Brexit es complicado porque esta negociación no es convencional, ya que Gran Bretaña no quiere separarse al 100% de la UE sino contar con mayor soberanía para ocuparse de sus propias crisis (déficit de vivienda, sistema de salud, migraciones, aumento en la violencia). Es indiscutible que al Reino Unido no se le va a permitir el acceso al mercado único y la unión aduanera solo por la simple nostalgia de los países europeos que están a favor de dar marcha atrás el Brexit (como Alemania). Pero tampoco puede darse un escenario de rigidez absoluta –Brexit ‘duro’– que perjudique a los ciudadanos (tanto a los europeos que viven en Gran Bretaña como a los británicos que viven en Europa). Pero si no se dan más caminos, sólo habría lugar para un Brexit ‘duro’. Salir sin un acuerdo
el 29 de marzo sería el peor escenario y es el único que ni May ni el Parlamento quieren.
Los escenarios más radicales son los únicos que los mandatarios rechazan de manera tajante, todo lo demás está sobre la mesa. Aquí volvemos al tema de Colombia: Seguir en guerra no es opción. Abandonar definitivamente los diálogos de paz y el proceso de desmovilización conjunta del Eln también sería un error y una decisión motivada por la presión: el peor de los escenarios y una dura prueba para Iván Duque.
La fuerza del carácter de los líderes no es lo que está en juego en este momento, sino el futuro de las Naciones, por lo que tomar el camino más fácil -sólo por complacer a la opinión pública- perjudicaría gravemente la vida de los ciudadanos (tanto en el caso de Iván Duque respecto de las negociaciones con el Eln como en el de Theresa May en el acuerdo del Brexit). Falta ver qué primará.