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Palimpsesto
Un palimpsesto de las emociones, por ejemplo, respalda los momentos dignos de ser recordados.
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Domingo, 31 de Mayo de 2020

Hay palabras que se camuflan en rareza -porque su fascinación es secreta-, en la maravillosa filosofía que contienen, como palimpsesto, que es el nombre dado a un manuscrito antiguo borrado, para escribir sobre él.

La vida es un palimpsesto, una huella de tiempo esfumada, pendiente de rehacer con hechos notables, de aprender a percibir la cara oculta del destino, esa que se reveló antes y se desvaneció temporalmente.

Un palimpsesto de las emociones, por ejemplo, respalda los momentos dignos de ser recordados, aquellos que sembraron una semilla bonita para ser cultivada en el rumor breve de un silencio grato.

¿Cuántas páginas se han escrito desde el amanecer del mundo? No sé. Quizá sólo los sabios aprendieron a guardar las cosas pretéritas en un punto metafísico que se denomina consciencia, un título demasiado espiritual para un cuerpo humano tan estrecho e inútil.

A los pobres mortales se nos otorga aprovechar las sendas alternas del mundo, las que se ocultan bajo los trinos de los pájaros, en palimpsestos alados, que susurran el eco del destino y juegan con las imágenes de la eternidad.

La memoria es vital para hallar los espacios propios y el tiempo valioso, para ser genuino en la misión de instalarse uno en el laberinto de sus días; es la opción para aclarar los planos oscuros, destejer la telaraña que cubre los atributos del infinito, divisar las historias desde un escenario universal y anunciar los albores de un pensamiento nuevo.

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