En Colombia es fácil en minutos pasar del cielo al infierno, e incluso vivir entre los dos espacios simultáneamente. No es sino mirar lo que sucede hoy en día. Al momento de escribir esta columna Egan Bernal va ganando el tour de Francia, y salvo algo extraordinario, sería la primera vez que uno de nuestros ciclistas después de más de 30 años de competición, lograrían el máximo galardón. Y mientras celebramos esa hazaña deportiva, muchos colombianos se preparan en varias ciudades del mundo a marchar en protesta por una de las acciones más violentas y crueles que hoy vive el mundo: el asesinato de más de 400 líderes sociales. Entre el cielo y el infierno. Así vivimos, Esa es Colombia, “Un caos adorable” como la definiera el filósofo Santiago Castro.
Hace apenas pocos días celebrábamos otro triunfo histórico en el templo del tenis, el torneo de Wimbledon. Lo que lograron Robert Farah y Juan Sebastián Cabal es una hazaña, y hoy Egan Bernal seguramente hará sonar el himno nacional en los Campos Elíseos en París. El tour de Francia era el título que le hacía falta a los ciclistas nuestros, después de más de 30 años de luchar en carreteras francesas con los mejores del mundo, y hoy “los escarabajos” entrarán en la historia de la carrera más prestigiosa del mundo. Antes de Egan Bernal, Nairo Quintana y Rigoberto, en otros años fueron Lucho Herrera, Fabio Parra, Patrocinio Jiménez y otros ciclistas que han labrado el camino de la gloria que hoy probablemente celebramos. Le faltó por estos días a la selección Colombia ganar la Copa América.
Pero mientras celebramos, en esa paradoja, hay una Colombia atemorizada que el viernes pasado alzó su voz al mundo para rechazar el asesinato de más de 400 líderes sociales después de la firma del acuerdo de paz. Se llenó la plaza de Bolívar. Es una paradoja. Vivimos en los extremos. La inseguridad cada vez genera más alarma. Bogotá está desconcertada con la “Casa de piques “que se encontró en Soacha por estos días, y la banda de los “rompe vidrios” genera zozobra. La región del Catatumbo cada vez está más asediada; ayer lo era Tibú y aquí en Cúcuta algunas zonas escapan al control de las autoridades.
En lo deportivo, quizás lo más desconcertante de Egan Bernal es que apenas cuenta con 22 años, y ya entró a las páginas gloriosas del ciclismo mundial. Luego, el futuro del ciclista de Zipaquirá es inmenso, de gloria. Este es un momento para hacer le un reconocimiento a Nairo Quintana, y de paso rechazar esa intolerancia de muchos de nosotros, que por estos días, ante la imposibilidad de ubicarse en los primeros lugares, se renegaba de Nairo. Lo cierto es que así como Lucho Herrera, Fabio Parra, Rigoberto, y todos los ciclistas que han batallado en las carreteras francesas, Nairo ha sido uno de los grandes, y fue quien quizás nos abrió la ilusión de que algún día un colombiano podría ganar la competencia. A uno de ellos, la suerte y la desgracia se le atravesaron lamentablemente porque debió ser el primero en ganar el Tour: Mauricio Soler. Un accidente en una carretera en Suiza casi lo lleva a la muerte.
Los éxitos deportivos nos muestran que han sido largos años de preparación, lucha y sacrificio, y debieron pasar más de 30 años para llegar a la gloria, tanto en Wimbledon y el tour de Francia, dos de los eventos deportivos más importantes del mundo, y ahí está Colombia. Algo de bueno tiene este país que a pesar de esas paradojas, de esa otra Colombia que sufre, en la que asesinan a sus mejores hijos por tratar de recuperar sus tierras, de encontrar la paz, nuestros deportistas nos dan alegría. Y hay algo más que nos enseña: que si para ganar el Wimbledon y el Tour de Francia debieron trascurrir más de 30 años, para lograr la paz necesitaremos seguramente 100 años de esfuerzo y lucha.