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Presidenciables 2018
Las reglas han cambiado: No ganará el que grite más duro ni el que más retweets tenga.
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Sábado, 23 de Septiembre de 2017

En un ambiente de malestar general de la ciudadanía, alta polarización por los acuerdos de paz con las Farc y altos índices de desempleo, los 28 candidatos y precandidatos a la Presidencia de la República no la tienen fácil. 

Esta vez no bastará con desinformar o confundir a la ciudadanía para quedarse con el puesto ejecutivo más apetecido del país. 

El tan admirado pragmatismo que garantizaba la perpetuidad en el poder anteriormente, hoy en día es repudiado porque facilitaba la formación de alianzas corruptas, tráfico de favores y financiamiento ilegal. 

Las reglas han cambiado: No ganará el que grite más duro ni el que más retweets tenga, sino el que sepa la fórmula para hacer de Colombia un país mejor y esté dispuesto a seguirla superando las tentaciones que conlleva el poder. 

Lo interesante de esta elección es que hay opciones, diferentes personalidades representan las diferentes opiniones de los colombianos y no se siente un clima dicotómico (comparable al bipartidismo del siglo pasado) como el de la elección pasada: Hay de todo, y todos los matices de la izquierda y la derecha están presentes. 

Sin embargo, algunos tienen más oportunidad que otros por una ventaja comparativa. 

Juan Fernando Cristo, tal vez por su excelente labor en MinInterior, es consciente de que Colombia “necesita un gobierno de derechos y no de derechas”, como afirmó desde la sede del Partido Liberal el día del lanzamiento de su precandidatura. 

Petro, por su parte, la tiene clara en educación. Sostiene que es necesario adicionar 20 mil millones de pesos al sistema educativo y que se requiere contratar 10.000 maestros más para superar las dificultades en esta materia. 

Pero su debilidad es creer que la solución a todos los problemas es cargar con más impuestos a un solo sector de la sociedad, cuando está visto que las reformas tributarias han dejado más llagas que alivios. 

Vargas Lleras tiene una ventaja electoral gracias a su paso por MinVivienda, pero una desventaja política por fingir estar desligándose de Cambio Radical y sus problemas de corrupción y equivocados avales, cuando todo el mundo sabe que las firmas para la inscripción de su candidatura las están recogiendo las juventudes del partido. 

La tripleta Robledo, Fajardo y López tiene a su favor un refrescante discurso por la depuración de la corrupción y la pretensión de conectar las fronteras y la periferia del país con el centro, evitando un corredor de recursos que termina siendo simplemente mermelada en vez de consolidarse como un sinónimo de desarrollo y mejoría de las condiciones económicas y de la calidad de vida de los habitantes de estas regiones, como Cúcuta.

Álvaro Uribe (y en general el Centro Democrático), Alejandro Ordóñez y Viviane Morales están en el extremo opuesto a los anteriores y a pesar de que tienen propuestas también interesantes como la reactivación de la inversión extranjera o un rediseño institucional de la justicia, carecen de herramientas para consolidar sus respectivas candidaturas y por ahora yacen el limbo. Empezando por Morales, quien parece que a la Presidencia sólo podrá tener intenciones, y continuando con el CD, que tiene más precandidatos que votos, porque todavía no han decidido quién es el ‘menos peor’ –sí, con todo y vulgarismo– de esta colectividad. 

Si el Dios al que Viviane tanto le pide que le abra una puerta para su candidatura es tan sabio como yo creo que es, la coalición de moralistas y opositores de los derechos será más pequeña en 2018, con el ex procurador como líder natural y con muy pocas posibilidades de habitar la Casa de Nariño. 

Queda por decir que no es por la supervivencia de los partidos que debe reducirse la lista de casi 30 candidatos presidenciales de aquí a marzo del otro año, sino para evitar que la contienda electoral se vuelva un circo donde no hay claridad en la primera vuelta y no hay opción en la segunda, como sucedió en las cuatro elecciones presidenciales anteriores.

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