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Rompecabezas francés: entre el miedo y la realidad
Que ganase Le Pen sería algo como tener una fuga de gas natural y prender un fósforo.
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Sábado, 6 de Mayo de 2017

Francia celebra, hoy, sus elecciones presidenciales. Los analistas y firmas consultoras especialistas en elecciones prevén que el candidato de centro y experto en banca corporativa derrote a la cabeza del Frente Nacional, Marine Le Pen. Sin embargo, teniendo en cuenta las experiencias electorales (del mundo) más recientes, y su relación con los sondeos realizados, la realidad podría ser una sorpresa no grata para la Unión Europea, y un desastre dentro del contexto social francés. 

La crisis de 2008 todavía se siente en Europa, sobre todo en cuanto a dinámicas electorales se refiere. Los votantes europeos se debaten entre seguir las ideas de la globalización, que ya ha tenido grandes fracasos expresados en pobreza y desmejoramiento de la calidad de vida, o abrirse paso a un camino identitario diferente que no genere ganadores y perdedores. No es, como lo pinta Le Pen, una discusión entre el nacionalismo y el ser cosmopolita; pero tampoco es como dice Macron, una disputa entre optimistas y pesimistas. Simplemente se trata de un debate cargado de realismo y temor ante crisis económicas futuras; mezclado con el miedo al terrorismo y al aislacionismo económico por parte de las ciudades pequeñas (con menos de 20.000 habitantes).

Mientras Le Pen intenta desacreditar a Macron por su experiencia banquera y su manejo de las altas finanzas, hace el ridículo al ignorar la facción oscura del Frente Nacional, partido de extrema derecha, que en un clima como el actual, de temor ante el terrorismo y de una situación de inmigración desbordada y desatendida, es la opción menos indicada para Francia por su línea discursiva amigable con el racismo, el antisemitismo, la xenofobia, y por supuesto, la violencia. Aún más importante, no es sólo su partido el que se relaciona con doctrinas nazis. Ella es una racista extremista que pretende sacar partido del populismo para aumentar la temperatura de la intolerancia en el país europeo y a su vez, ponerle más inestabilidad al proyecto comunitario mediante su discurso nacionalista.

Que ganase Le Pen sería algo como tener una fuga de gas natural y prender un fósforo. Puede que no haya suficiente gas como para una explosión y salir en átomos volando, pero también existe la posibilidad de que ese fósforo haga combustión y destruya todo a su paso. Le Pen no sólo destruiría la endeble situación social de Francia, también contagiaría a la Unión Europea con una amistad rusa que significaría la pérdida de un muro de contención ante las pretensiones de Putin. El proyecto europeo pende de un hilo luego del Brexit, con el más mínimo jalón de fuerza populista podría deshilacharse, la típica fuerza que desataría Le Pen en caso de salir victoriosa. 

A su vez, que ganase Macron no es una garantía de supervivencia de la Unión Europea, pero sí representa una oportunidad para consolidar un liderazgo franco-alemán en el proyecto comunitario, que presione a Alemania para cambiar las políticas actuales y que tenga la capacidad de tomar una distancia prudente de Merkel para evitar continuar con el clima de sumisión en que se sumergieron predecesores como Hollande. 

No obstante, el primero en llegar a la orilla de este naufragio electoral deberá preocuparse por solucionar el conflicto social que vive la sociedad europea, dividida, entre quienes poseen capital financiero y humano, y quienes trabajan para esos poseedores de capital. Los segundos se sienten explotados y timados, se sienten perdedores dentro de las dinámicas de la globalización. Y ya sabemos qué puede pasar con una sociedad que se siente perdedora, es capaz de seguir cualquier ideología y a cualquier líder con ansías de mesianismo.

En definitiva, la situación electoral en Francia está por definirse y la dicotomía entre el populismo y el liberalismo, es la que elegirá un nuevo mandatario, uno, capaz de asumir un liderazgo positivo en la Unión Europea y crear herramientas para superar los coletazos de la crisis de 2008 al interior del país, o uno, con el populismo como combustible para continuar las líneas persecutoras y extremistas de un partido lleno de liderazgos destructivos e imaginarios paranoicos.

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