He dicho que no confío en las encuestas políticas porque en Colombia es casi imposible evitar el sesgo, además de entrevistar un electorado mal informado por medios de comunicación con agenda política propia, si creo que, si un error en un proceso continuo se mantiene constante, la tendencia puede mostrar algo.
La última encuesta de Semana titulada Petro y los Enanitos, muestra un Petro muy lejos de los demás contrincantes. Petro ha tenido los siguientes resultados: mayo 25%, junio 21%, septiembre 17% y octubre 20%. Petro en la primera vuelta en 2018 sacó el 25% con una izquierda semiunida. Podemos decir que 20% es el techo de Petro y ganó con el 30% la alcaldía de Bogotá, capital del mamertismo colombiano. Se pensaría que Petro se disparó, pero lo que pasó es que los demás se descolgaron.
¿Entonces si Petro sigue en su carril que le pasó a los demás? Cayeron en la trampa que la izquierda viene impulsando desde hace rato del “ni Petro ni Uribe” y sesudos analistas, todos abiertos proselitistas, han pontificado que el electorado es de centro apoyados también en encuestas para probar eso. Pues el centro se llenó y como Petro tiene techo: 25%. Ahí están centro derecha, centro izquierda, centro-centro y demás variantes de esa masa informe entre el régimen de que hablaba Álvaro Gómez y el filosocialismo. Por eso todos los que lleguen al centro se repartirán ese 25%. En este momento hay 10, ¿Cuántos faltarán? Cristo, de la Calle, Benedetti, y contando. Cuando lleguen a 25, cada uno tendrá un 1%. El centro se llenó porque se creyeron el cuento de ni Petro ni Uribe y ninguno puede saltar a la izquierda porque ese puesto ya lo llenó Petro y saltar a la derecha para muchos no es creíble. El uribismo mantiene el 5% que siempre tiene hasta que Uribe “elige”, pues son candidatos sin capital político propio.
Pero el dato interesante es que ni por el centro ni por la izquierda votarían el 45% (por ninguno o en blanco). La gente entiende que el palo no está para cucharas y una aventura centrista tipo santismo nos mandaría por el desfiladero. Además ya no creen en los medios, lo cual muestra que para muchos éstos ya son parte del problema. La presidencia está entonces en cabeza de un candidato fuerte de derecha, creíble, con imagen política propia, con un plan de gobierno modernizante, sin ínfulas centristas, viejo rival de Petro y las farc; no es ni Petro ni Uribe la próxima elección, es entre izquierda o derecha.
¿Quién podría ser? Averígüelo, Vargas.
Nota aparte. Alex Saab ya está en Miami. Esa puede ser la noticia de la década por el impacto que esa garganta profunda tendría en la región andina. Sería el verdadero caso de farcpolítica que nunca se dio en Colombia. Pero para eso hace falta saber cómo van a jugar las partes. Es obvio que el gobierno venezolano hará todo lo que pueda para evitar que hable: meterá todos sus “reales” en bufetes de abogados que entorpezcan el proceso, ya secuestró en Caracas a la esposa e hijas de Saab y buscará “amigos” políticos gringos. Por eso, el gran interrogante es el tibio gobierno Biden que, a pesar de la independencia del sector judicial del ejecutivo gringo, la presidencia si tiene poder de afectar el proceso. La izquierda gringa tipo Sanders es claramente prochavista y buscará influir en el apaciguador Biden. Si esto se da, Saab terminará preso, pero no hablará, alargando la vida del régimen venezolano. Queman un alfil, pero salvan la reina.
Si, por el contrario, el estado gringo tiene unidad de criterio en el riesgo de seguridad nacional y regional que es Venezuela, la canción de ese pájaro espino, se oirá con fuerza en Latinoamérica. Mientras eso avanza, varios en Colombia están sufriendo de insomnio y no van a salir de Colombia por el síndrome Granda.
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