Amables Lectores: Con frecuencia escuchamos decir: “Qué mala memoria tengo”; “Infortunadamente he perdido la memoria” y en otras ocasiones son las madres quienes dicen al pediatra: “Mándemele unas vitaminitas para el cerebro del niño a ver si mejora su rendimiento académico”. Estas alteraciones son productos de la falta de atención y concentración y pocas veces por causas orgánicas.
No hay relación alguna con la amnesia, término técnico con el cual se conoce la verdadera alteración de la memoria. Las amnesias más comunes son las catatímica y lagunar, donde se olvidan hechos específicos. Algunos colombianos las seleccionan como mecanismo de defensa para evitar sufrimientos, justificar atrocidades, pero principalmente para evitar responsabilidades.
Hace varios años, tres amigos cuarentones se reunían todas las tardes en el café Astoria, situado en el centro de la ciudad, a degustar un sabroso café producido en las laderas de Gramalote. La guadaña de la muerte los tocó y uno de ellos murió. A los pocos días, los dos sobrevivientes se volvieron a reunir y no de ellos preguntó: Ala, ¿Cuál de nosotros fue el que murió?
Traigo a colación ésta anécdota, para que los lectores colombianos ante la inminente fila de candidatos a la presidencia de la República, ya con “Chingue” puesto (léase vestido de baño), y listos a lanzarse a la piscina de la candidatura del primer cargo del país, no olvidemos algunas cositas del pasado y tengamos plena conciencia, al depositar nuestro voto, de la trascendencia de este acto y las consecuencias del mismo, porque está en juego no solo nuestro futuro sino también el de nuestros hijos.
Un exministro y exsenador liberal santandereano comentaba que si cierto candidato liberal llegaba a la presidencia, él se cortaría una falange del dedo índice derecho, por ser el dedo que se impregnaba con tinta al votar.
Dicho candidato obtuvo la presidencia y nuestro político nunca se amputó la falange. Pero como debe ser, perdió credibilidad, nunca obtuvo nuevamente votos para volver al senado y hoy sus pocos amigos que le quedan le dicen: “El mocho”.
Las anécdotas anteriores deben renovarnos la memoria sobre el candidato puntero en las encuestas, Gustavo Petro. Recordemos la capacidad de ejecución en el último cargo burocrático desempeñado por Petro: “La alcaldía de Bogotá”. No solo dejó la ciudad estancada sino llena de problemas. Con decisiones tomadas sobre las basuras produjo enormes pérdidas en inversiones como los vehículos que terminaron destruyéndose en una bodega en la ciudad de Cúcuta. Igual despilfarro con las máquinas tapahuecos y motos sin potencia para subir cuestas. Hoy el señor Petro aplaude el desastre en el servicio de aseo originado por un mal manejo laboral dado por sus adeptos. Las propuestas de Petro para su eventual periodo presidencial se parecen muchísimo al socialismo de Chávez, donde los ahorros ciudadanos hechos en los fondos privados de pensiones serían estatizados y se terminarían los programas 4G en vías y se volvería por solo populismo a los ineficientes contratos de obras públicas. A Petro le estorban las instituciones
y los críticos. No acepta preguntas, se muestra incómodo, y hasta disgustado. Quiere acallar a R.C.N imitando las actuaciones del Régimen de Nicolás Maduro, donde se ha criminalizado la libertad de prensa.
Al votar tengamos en cuenta los antecedentes. Olvidar los hechos del pasado muchas veces nos resulta muy costoso.