Seguramente una de las mayores incógnitas que hoy en día tiene el hombre moderno es tratar de entender hasta dónde nos va a llevar el mundo de la tecnología. Qué tanto nos va a desarrollar, y de otro lado, qué tanto nos puede hacer daño. En lo primero, el desarrollo y el progreso, nadie puede negar que eso de comunicarnos con un amigo, la novia o quien sea, que se encuentre en cualquier parte del mundo por wasap de manera gratuita e instantánea es una maravilla impensable apenas hace unos veinte años.
La comunicación por correo simultánea cambió el mundo y nuestras vidas. Esa es la parte positiva. El mundo se hizo más rápido. Pero igual, el daño que hacen las redes sociales cuando no se utilizan correctamente, es desastroso. Para ello no falta sino ver ahora la actitud de las personas en cualquier cafetería o restaurante en donde se encuentran supuestamente para hablar o dialogar, y ya no lo hacen. Están sentados sí, pero cada cual enviado mensajes desde su celular.
Con las redes sociales el siglo XXI será el siglo de la velocidad, y en eso ya estamos. La noción del tiempo y la distancia cambia. Hoy en día es posible trabajar un documento desde New York conjuntamente con alguien que esté en Londres, y otro más a 12.000 kilómetros, en Buenos Aires, y lo corrigen, lo discuten, lo trabajan y eso es una maravilla del mundo moderno.
Pero igual, del otro lado, hoy en día es fácil ver a mucha gente enviando mensajes muchas horas al día desde su celular, distraída de todo lo que sucede alrededor, dando una apariencia de encontrarse en una labor seria de trabajo, y no, lo que está es reciclando y enviando basura a una red de usuarios.
Hoy en día es muy fácil colocar un video o una foto en las redes para acabar con la imagen y la vida de una persona.
Las redes sociales en ocasiones trasmiten muchas notas y mensajes estúpidos, que entretienen a miles de seguidores, que hace a la gente frívola, como ha sucedido por estos días con una cantante Ashley, quien precisamente salía de una discoteca en Méjico caminando y por estar enviando mensajes desde su celular, se cayó, y esa ha sido la noticia en las redes que se ha multiplicado por muchos países del mundo.
Mucha gente está pendiente de un episodio tonto como este, para leerlo, reproducirlo, reenviarlo probablemente con algún comentario tonto. Hoy en día es muy difícil para muchos jóvenes concentrarse para leer un libro, para escribir, para el trabajo intelectual. Por las redes sociales circula mucha basura.
Ya se menciona que este mundo de la tecnología es el comienzo de la denominada “Cuarta Revolución”, así como hace muchos años lo fue la imprenta, o en el siglo XXI la aparición de la máquina en la industria.
Hoy en China y Japón vienen apareciendo robots que hacen tareas cotidianas, que fácilmente remplazan un trabajador y una de las estimaciones del desarrollo tecnológico es que en no pocos años las fábricas serán un recuerdo del pasado.
Si bien el desarrollo de la técnica puede significar progreso, también puede traer pérdida a la sociedad. Esa velocidad en la vida y en las cosas, y por ende en el tiempo, genera uno de los efectos más perversos en el hombre: la incapacidad de reflexión sobre su mundo.
Esas consecuencias se pueden apreciar fácilmente en los pensum de las universidades nuestras, en las que en muchos de sus programas, el humanismo, la historia y la filosofía han quedado atrás para darle paso a materias que se ponen a tono con esa velocidad del mundo. Ahí gana la tecnología, la velocidad del siglo XXI, pero pierde el hombre, la reflexión.