Así describía nuestro casi desconocido crédito literario Luis Tablanca (seudónimo de Enrique Pardo Farelo) ilustre hijo del hermoso municipio de El Carmen de Ocaña, refiriéndose a la zona norte del departamento.
Corrían los azarosos años de la segunda guerra orbital. En Colombia ya estábamos en estúpidas guerras fratricidas. Ya nuestro ilustre personaje vaticinaba lo que se veía venir; pronosticó, cual Nostradamus, que se avecinaba un oscuro panorama en el devenir de su adorada madre patria. Ya había probado las mieles del poder siendo secretario de hacienda del departamento.
Atravesó el departamento a lomo de mula (según la novela Una derrota sin batalla) y me atrevo a decir que fue real. Desde su terruño hasta la capital (Guasimia). Describe, con su notable prosa, las interminables y dolorosas quejas de gentes humildes, abandonadas del gobierno central para que subiera sobre el lomo de la mula sus necesidades y justas súplicas.
Sueldos atrasados de los maestros, vías de comunicación precarias o ausentes, carreteras intransitables, ausencia del estado, etc.
En plena y dolorosa confrontación mundial, con millones de muertos y campos arrasados, el ilustre novelista, tal vez inspirado en su adolorida patria, se conduele del abandono en que se encuentra esa rica y exuberante región del Tentequetetumbo.
La presencia de un jefe de estado, ¡por fin! en un territorio caliente y prohibido para mandatarios egocentristas, deja entrever la esperanza de un futuro mejor para esos compatriotas olvidados desde siempre por el absurdo y centenario centralismo.
La esquina nororiental del país, cuna de las leyes que le dieron vida a la constitución y las leyes que nos rigen, vuelve a ser protagonista con presencia del estado en Tenquetetumbo y en la apertura de una ventana de hermandad y entendimiento con el vecino país que nunca debió estar cerrada.
Parajes hermosos y exhuberantes de vida no han sido suficientes para que el odioso centralismo volteara la mirada hacia este rincón recostado en la hermana república. Hasta tuvimos mandatario paisano con intereses directos en los ricos yacimientos del oro negro; se “cachaquizó” y volteó la mirada hacia sus propios intereses egoístas.
La ausencia sempiterna del estado en parajes tan hermosos y exhuberantes ha convertido la región en zona de conflicto permanente donde se enseñorea el abandono y la muerte innecesaria y triste de compatriotas que no tienen la culpa de haber nacido y crecido en un territorio tan premiado por la naturaleza pero tan olvidado por un estado absurdamente centralista y con dirigentes regionales que solo buscan llenar sus abultadas alforjas con las migajas que caen del ponqué de la burocracia nacional.