El resultado de las elecciones del pasado domingo donde se eligió alcalde de Cúcuta al ingeniero Jairo Yáñez, indudablemente constituyó una tremenda sorpresa para casi todos los cucuteños.
Como un gran tsunami, fue creciendo en forma silenciosa hasta arrasar en el último momento con unas candidaturas que venían superándolo de lejos en las encuestas, y destronando a quien ocupaba el primer lugar en ellas quien no obstante ser un buen candidato, representaba a casi toda la clase política de Cúcuta y del departamento.
El triunfo arrollador de Jairo Yáñez, según la lectura que se le da a los resultados electorales, terminó siendo un voto castigo a las estructuras políticas de la región. Y lo mismo sucedió en otras zonas del país, donde el voto de opinión se impuso a las tradicionales maquinarias de los caciques políticos.
Este campanazo tiene que obligar a los dirigentes políticos tradicionales a pensar en una reingeniería que varíe su forma de actuar. La distancia con los electores (a quienes sólo buscan cada vez que hay elecciones) y con la opinión pública, la impreparación académica, las mentiras que han desatado escándalos con sus “títulos” universitarios de pregrado y de posgrado, la aprobación de iniciativas administrativas y legislativas polémicas que en nada benefician el interés general y en cambio sí sus intereses particulares, deben ser conductas proscritas del actuar de los políticos si quieren sobrevivir en la actividad pública. Bien vale la pena recordarles a esos políticos lo dicho por Fabio Valencia Cossío, presidente del congreso en el 2002, cuando posesionaba como presidente de Colombia a Álvaro Uribe: “O cambiamos o nos cambian”. Pareciera ser que a la mayoría de nuestros políticos esa frase hubiese caído en oídos sordos por lo que los electores, cansados de tanto atropello y de tan mala representación, se vuelven más selectivos al momento de votar. Por esa razón se dieron en Cúcuta, en Cartagena, en Medellín, entre otras, los resultados que vimos y que hace 4 años ya habíamos visto en Cali y en Bucaramanga (donde se repitió el fenómeno).
Ahora vuelta a la hoja. Hay que pensar en la ciudad. Que trabajen de la mano, con respeto mutuo, concejales, congresistas, empresarios, universidades, sindicatos, periodistas etc. con el alcalde a la cabeza. Dos alcaldías anteriores con visos de cívicas (Pauselino Camargo y María Eugenia Riascos), fueron un fraude para la ciudad, razón por la cual hacemos votos para que esta sea distinta y positiva.
Que los funcionarios y los contratistas de la actual administración no le huelan a feo al nuevo alcalde, que no los excluyan por el solo hecho de haber participado en la administración saliente, pues hay muchos de ellos, con honorabilidad, conocimientos y experiencia que le aportarían a la nueva administración para que cumpla una exitosa tarea. Hace muchos años leí una frase de un autor anónimo que me impactó, dijo:” que había que ser humilde en la victoria y grande en la derrota”.
Ojalá que tanto el alcalde como aquellos buenos funcionarios del municipio apliquen esta frase para el bien de Cúcuta, que requiere del esfuerzo de todos para que una ciudad como la nuestra, con escasos recursos pero con inmensas necesidades, pueda salir adelante.