Colombia es misteriosa. En estos días en que trata de escribir un capítulo más de su historia para tratar de definir quien será el futuro presidente el próximo 19 de junio, en una fecha que ya está cercana, que genera incertidumbre y hasta temor por lo que pueda pasar esa noche cuando se anuncien los resultados electorales, si gana Fico o Petro, y puede suceder lo peor, que la votación entre el uno y el otro sea muy apretada, una diferencia de apenas pocos voto
s, y ahí nadie sabe lo que podría suceder en el momento en que el perdedor no reconozca los resultados.Hace 200 años ocurría un episodio histórico que muestra la espiral cíclica en los temas de poder de la que no salimos nunca, que de una u otra forma se repite, el encuentro en la ciudad de Guayaquil entre el general argentino San Martín y Bolívar.
Así como ahora, si Colombia define si debe o no llegar por primera vez un gobierno de izquierda, o es mejor seguir en la continuidad de la mano del exalcalde de Medellín, hace 200 años San Martín y Bolívar se encontraron para definir cual era el mejor gobierno para estas nacientes repúblicas.
San Martín era partidario de un gobierno fuerte y monárquico, mientras Bolívar defendía las bondades de una república con algunos principios de democracia, que por los años que había vivido en Francia, aquellas ideas de libertad e igualdad le habían quedado en su ideario político. La respuesta de San Martín fue contundente: “En estas tierras sin memoria, lo mejor que podemos hacer los guerreros, una vez cumplidas nuestras tareas, es largarnos”. Así lo hizo el general argentino, liberó a su país en el año 1.816 y a los pocos años se fue a vivir a Europa.
En septiembre de 1828, después del fracaso de la Convención de Ocaña que propició el mismo Bolívar quien disolvió el quórum, no fue a Ocaña porque sabía que Santander lo derrotaría; a los pocos días vino la conspiración septembrina y en ese momento, escapando al atentado, escondido en horas de la madrugada en el puente del Carmen de Bogotá, ya enfermo y humillado porque al escaparse le tocó ponerse en el afán de la huida los zapatos de Manuelita, en ese momento se dio cuenta que quien tenía razón era San Martín.
200 años después estos países aún no encuentran la fórmula del buen gobierno. El 19 de junio próximo, ojalá no suceda, podríamos vivir un episodio desafortunado. Y por aquellos años, lo peor para Bolívar estaba por suceder. Salió en mayo de 1830 insultado de Santafé de Bogotá, enfermo y humillado, despidiéndose para siempre de Manuelita a quien también le esperaba el camino de la indigencia al norte del Perú, y el Libertador camino a Honda a donde se dirigía para tomar la embarcación que lo llevaría por el río Magdalena a su cita con la muerte en Santa Marta; uno de sus últimos episodios tristes le ocurrió en Mompox.
Lo relata magistralmente Gabo en el “General en su laberinto”. Bolívar no podía creer que en la votación para el senado que le permitiría ser reelegido como presidente, ningún senador votó por él como se lo aseguraba su fiel servidor José Palacio. Esa realidad terminó de enfermar al libertador. Por ello cuando la embarcación llega a Mompox, Bolívar ve como dos perros se enfrentan cruelmente, y uno de ellos queda muy malherido.
El Libertador ordena que suban al perro vencido y Palacio le pregunta por el nombre como lo llamarían: El General no dudo: “Llámenlo Bolívar”. En ese momento pensó que era lo más parecido que le había sucedió a él libertando estas naciones. Son apuntes de historia que se me ocurren en una cabaña de Mosquera, en una noche lluviosa de una conversación con unos amigos mientras esperamos qué pasará el 19 de junio próximo.