Colombia es un país de constantes paros y movilizaciones como medios para mostrar la inconformidad ante las injusticias. Entre las protestas que históricamente han sobresalido por los cambios políticos y sociales alcanzados, así como por el sacrificio de vidas, está la del 13 de marzo de 1909, en la que el presidente, general Rafael Reyes, fue obligado a renunciar por sus constantes persecuciones e intento de perpetuarse en el poder.
Sin embargo, el paro nacional del 14 de septiembre de 1977, es el más recordado como uno de los más fuertes por el debilitamiento ocasionado al gobierno del presidente Alfonso López Michelsen quien tuvo como lema de su campaña el “Mandato Claro”.
En los últimos 42 años han sido frecuentes las movilizaciones masivas contra medidas económicas impopulares. Pero la movilización del jueves 21, gran paro nacional contra el Paquetazo del presidente Duque, como reacción a las reducciones salariales, reformas del sistema de pensiones, la inseguridad y la corrupción, será la más recordada por mucho tiempo.
La multitudinaria participación de campesinos, indígenas, docentes, estudiantes, comunidad afro, comunidad LGTBI, pensionados, trabajadores, ambientalistas y animalistas en las marchas de diferentes ciudades superó las expectativas. Y algo que llamó la atención, que desde su origen en 1830 en Francia no puede faltar en esta clase de actividades, fue el cacerolazo con el que se acompañó y remató la jornada de protestas. Un grupo de probables admiradores del presidente Duque le llevaron a su casa una serenata, con ollas, cacerolas, pocillos y cubiertos.
“Quien no se mueve no siente las cadenas”, era una de las pancartas que al ritmo de tamboras y maracas arrancaban los gritos de los participantes. Pero cuando la alegría cundía como fruto del buen comportamiento ciudadano en las protestas, hicieron su aparición los encapuchados causando daños de incalculables costos a bienes públicos y privados, siendo las ciudades más afectadas Bogotá y Cali. Aquí se cumplió aquello de que, siempre sale lo que no se espera.
Sin embargo, vale la pena resaltar el buen comportamiento en algunas capitales como Cúcuta, Barranquilla, Pereira, Armenia y Arauca. Aquí se demostró que no hay que destrozar para protestar, lo cual se puede hacer hasta en silencio.