En época electoral se presentan grandes e importantes oportunidades que no podemos dejar pasar. Si bien todavía no es momento de campaña electoral, y aunque todavía falten algunos candidatos por consolidarse en su camino a la Presidencia, como el del Partido Liberal (que todavía no ha elegido entre Cristo y De La Calle); el ambiente que se respira está cargado de conjeturas y apuestas políticas.
En la coyuntura actual contamos con una oportunidad clara de mejorar el país y salir de la comodidad de la opinión y la crítica para pasar a la acción. Estamos frente a la oportunidad de vencer la polarización. Con la presencia de un gran número de candidatos de extremas (derecha e izquierda), los casi 35 millones de colombianos que están habilitados para votar tienen la oportunidad de sentar un precedente: Se necesita un candidato preocupado genuinamente por la salud, educación y la pobreza en el país, no una figura que represente ideologías exageradas que no benefician al común, sino a sus propios egos.
Esta oportunidad se presenta en dos direcciones: La primera, para demostrarle a la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc) que a pesar de que queremos la reconciliación, rechazamos sus liderazgos políticos. Tanto Rodrigo Londoño (Timochenko), como cualquier otro integrante del naciente partido son libres de postularse a cualquier elección popular, las veces que quieran, pero deben saber que lo único que les espera en las urnas es el fracaso. No me sorprendió la candidatura de Timochenko a la Presidencia, finalmente, para eso fue que accedieron a desmovilizarse. Tampoco me escandalizó, por el contrario, me alegró, porque facilita las cosas para muchas personas que están pensando en votar por opciones diferentes y que temían que estos candidatos fuesen cercanos a la Farc. Lo (único) bueno de la candidatura de Rodrigo Londoño es que por fin despeja las dudas de quienes alguna vez consideraron a la tripleta López/Fajardo/Robledo como el equipo para garantizar la victoria electoral de la Farc. Es refre
scante poder confirmar que una plataforma política orientada a superar la desigualdad social y vencer la corrupción es simplemente eso, un intento por mejorar las cosas y no un plan para ‘entregar’ a Colombia al comunismo.
La segunda dirección en que se presenta esta oportunidad está ligada con la extrema derecha. Gracias al panorama actual de aspirantes a la Presidencia de la República la ciudadanía podrá demostrar que no existe ninguna tendencia popular hacia el comunismo y de que en Colombia no hay pretensiones de destruir el modelo económico vigente. Callar a Uribe (como él y su partido callaron simbólicamente a sus mayores opositores) en las urnas es una oportunidad sin precedentes de mostrar que los ciudadanos están cansados de su paranoia ideológica y de sus falsas noticias. A ver si, de una vez por todas, la extrema derecha entiende que para avanzar, el país necesita consensos, llegar a puntos medios, en vez de seguir como en una especie de bipartidismo amorfo, que no ha conseguido ningún logro para los colombianos.
Por apoyo a las víctimas debemos rechazar (en las urnas) cualquier intención de participación política de Rodrigo Londoño, Jesús Santrich, Iván Márquez o cualquiera de sus copartidarios. Pero para lograrlo y no dejar pasar esta oportunidad, tenemos que acudir a las urnas. De nada nos serviría una abstención del 59,9% como sucedió en las elecciones presidenciales de 2014, o una del 62% como la que se tuvo en el plebiscito para refrendar los acuerdos de paz.
En definitiva, no hay mejor declaración política que un voto, un voto por un candidato que busque la gestión eficiente y transparente de los recursos para enfrentar la inconformidad con los líderes políticos actuales, en vez de un voto por una figura mediática, la cual no hará más que ahondar la desigualdad y las diferencias en Colombia, mediante su plataforma (cualquiera que sea) de extrema ideología.