Estos son los comentarios y el sentir en nuestro departamento. El pueblo, que también posa de analista profundo, tiene su propia visión de los acontecimientos en la vecindad.
Reconoce, ante todo, la riqueza con que Dios favoreció a Venezuela. Nada más con el lago de Maracaibo nos llevan una inmensa ventaja. ¿Y qué decir de los yacimientos de petróleo? El Creador se sobró con ese país. Por eso, cuando los gobiernos adecos y copeyanos derrochaban los petrodólares – tiempos contrarios ahora en que la dictadura se los roba, o los regala a sus áulicos o vende el petróleo a precio de gallina flaca – en aquellos tiempos, repito, los servicios de salud eran gratis para todo el mundo, también para los colombianos. Eso hay que agradecerlo, pero, tenían con qué y les abundaba, caso distinto a nosotros que disponemos de limitados recursos hospitalarios y sin embargo se les está brindando a los migrantes venezolanos una atención esmerada, sin importar que los presupuestos estén reventados.
Es cierto que por aquellos días los habitantes de la frontera viajábamos por miles todos los días a San Cristóbal a proveernos en sus numerosos supermercados de una infinidad de artículos importados, a precios demasiado baratos para nosotros. Pero aclaremos que no íbamos a robar ni a que nos regalaran nada. Íbamos a dejar nuestro dinero. De otro lado, nuestros campesinos buscaban trabajo en las fincas cafeteras de los estados Táchira y Zulia, y laboraban en muchas otras actividades en que los venezolanos no se ocupan. Y es cierto que se metían indocumentados, y por las trochas, pero también lo es que a muchos no les pagaban los jornales, los denunciaban por ilegales y los arrojaban a la fuerza; en muchas ocasiones los patronos les echaban la Guardia Nacional y ésta no ahorraba los planazos o las balas para los pobres peones colombianos. El revés de la moneda dice que aquí no se ha maltratado, ni menos matado, a ningún venezolano inmigrante hasta ahora, ni nunca.
Según la opinión popular, cuanto están arrostrando los venezolanos en estos momentos es un castigo de Dios – del que todavía falta mucho - por las maldades que nos hicieron y nos continúan haciendo, como cerrar la frontera caprichosamente y contra toda norma internacional, hollar casi todos los días nuestro espacio aéreo y terrestre y albergar terroristas que asesinan y destruyen en Colombia y luego buscan el alero del usurpador Maduro. Aquí nadie olvida la tragedia de los miles de deportados, en un acto que no consistía solamente en ponerlos en la frontera sino en humillarlos antes y dejarles como recuerdo los insultos por ser “colombianitos” y los moretones y heridas causadas por los bastones y culatas de la criminal Guardia Nacional.
Dice la gente que el horror y la maldición que vive Venezuela también obedecen al culto generalizado al diablo mediante el vudú, la brujería, el ocultismo y la santería, práctica esta que es igualmente oficial, reflejada en los billetes con símbolos satánicos y paganos (Negro Felipe, María Lionza, indio Guaicaipuro) desde la satrapía de Hugo Chávez. Y el escandaloso éxodo lo explican recordando el anuncio de Maduro de que a Colombia le tenía una sorpresa, un regalito, una bomba, y al parecer son los expresidiarios que soltó, y los millones a los que forzó a salir.
Sólo nos queda pedir al Todopoderoso que siga bendiciendo a Colombia que ha padecido pacientemente tantos años los vejámenes de los vecinos y sin embargo ha correspondido siempre sin rencor, con amor y con nobleza, y hoy, en especial, derrochando generosidad y solidaridad con los millones de migrantes, en un verdadero ejemplo para todo el mundo, y que se apiade de la triste, martirizada y pobre Venezuela, y permita la caída de la sanguinaria horda que la gobierna.
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