Gran alboroto se vive actualmente alrededor del tema de la reforma a la salud. Ya reformada y acomodada para beneficio de legisladores, grandes capitales y un sinnúmero de avivatos que se han aprovechado de sus inmensos recursos desde antes de la famosa ley 100 hace ya más de treinta años.
Ha pasado mucha agua por debajo de ese puente. Grandes fracasos económicos, liquidaciones a granel, escándalos financieros, ministros que van y que vienen, presidentes que se lavan las manos y un pueblo expectante mirando desde la barrera la faena sin poder siquiera participar en el lucrativo festín de los dineros de la salud.
No se puede negar la sana intención que perseguía la nueva legislación: cobertura universal; y no se puede negar que lo logró parcialmente. Al menos hubo más capacidad en el acceso de estratos bajos de la población, subsidiados y acompañados por el facilismo y la conchudez de un estado alcabalero.
Es necesario y obligatorio referirse uno de los pilares que sostienen el sistema de la salud: el personal médico que involucra, por supuesto, a sus necesarios colaboradores, los paramédicos.
Poco se habla de sus peripecias laborales y existenciales .
Casi no hay estadísticas, o no convienen en el momento, sobre remuneración, tarifas amañadas, manuales tarifarios con retraso de decenios y modificaciones ridículas cada año. Las liquidaciones y quiebras amañadas de tantas empresas prestadoras de salud que han ocurrido se han llevado por delante y sin misericordia sueldos y pagos de honorarios que nunca volvieron a ver la luz; no hay mecanismos expeditos ni mucho menos efectivos de ley que permitan su recuperación.
La contratación a destajo, que es lo que se establece en la gran mayoría de los casos, permite fácilmente la demora en el pago oportuno mientras el trabajador debe prestar el servicio sin chistar y pagando por adelantado la cuota de la salud.
La gran avalancha de profesionales de la salud que sin ningún control se gradúan en los centros de estudio, otro grande y lucrativo negocio, sumado esto al flujo constante de profesionales del extranjero, hace que la contratación por los dueños del negocio de la salud se haga sin control y al mejor postor: jóvenes recién egresados necesitando que los ocupen a cualquier precio.
El gremio médico con sus diferentes asociaciones debe ser tenido en cuenta en la alocada reforma de la salud que pretende llevar a cabo la actual administración del estado. No es solo defender los ingentes recursos que se recaudan para que no se los sigan embolsillando unos cuantos avivatos, sino que debe tener en cuenta la poca dignidad que le queda al cuerpo médico y sus sacrificados colaboradores quienes una y otra vez caen en la desesperanza de las reformas que solo han servido para escándalos financieros, abandono en la prestación del servicio adecuado y pronto de sectores deprimidos de la población y enriquecimiento de unos cuantos dirigentes hambriados y arropados con el harapiento manto de la impunidad.