Mañana hace 530 años llegó la delegación española a conquistar nuevas tierras, en nombre de los reyes de España. América era entonces una selva, habitada por fieras y por indios que a veces también eran unas fieras para tirar flecha y para comer blancos. “Las cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”.
Al mando de la comisión venía un tal Cristóforo Colombo, italiano de nacimiento, pero con buena palanca en las cortes españolas. Colombo era amigo de un cura que tenía línea directa con Palacio (algo así como el padre De Roux), y que conseguía lo que pedía. Así pudo Cristóforo conseguir su nombramiento como representante personal del rey, además de que lo equipó con tres carabelas, marinos, piratas, ex presidiarios, guardia civil y demás personal necesario para la expedición.
Con el convencimiento de que la tierra era redonda como una naranja (no confundir con la economía naranja, que no es redonda sino obtusa), Colombo se fue a descubrir a las Indias, para lo cual se llevó a otros marinos como los hermanos Pinzón. Llevó también a don Juan de la Cosa. Lo dice la historia, no lo digo yo.
Lo que sucedió en la madrugada de aquel 12 de octubre ya está dicho. Lo dijo Cristóforo en su diario: La mar estaba serena, sarana astaba la mar, como la canción infantil. De pronto una luz en lejanía. Un grito: “Tierra a la vista”. Y más gritos de los marineros. Y ¡hurras!. Y gorras al aire. Y el brindis. Y el desembarco. Cantaban los loros y los micos formaron algarabía y he aquí que de pronto se vieron rodeados de unos extraños seres, empelotos, con las caras pintadas de achiote, con tatuajes en las nalgas (para que vean que las que hoy se tatúan las nalgas es porque siguen siendo indias), que los apuntaban con flechas y les hablaban en una rara jeringonza.
Los recién llegados hicieron unos disparos al aire con sus trabucos y les mostraron espejitos, con lo cual los criollos bajaron la guardia ¡Y esa fue su perdición! Por eso es que la Cabal dice que no hay que bajar la guardia ante las amenazas de Petro.
Así de sencillo fue el descubrimiento. Las indias ya estaban descubiertas. Y los forasteros no estaban donde creían que estaban, porque no habían llegado a donde creían que habían llegado. ¡Cualquiera se equivoca!
O sea que por culpa de una equivocación, nos llamaron indios y pasamos a ser una colonia española. Esa fecha equivocada es la que conmemoramos todos los años, con gratitud hacia España porque nos enseñaron a hablar español y nos trajeron la religión católica. Digo mal. No hemos aprendido a hablar. Nuestro lenguaje es plagado de groserías. El embajador en Venezuela, Benedetti, por ejemplo, nos acaba de hacer quedar como un chocato: Se despachó a punta de madrazos contra los que lo critican. Y es un diplomático. Somos católicos, apostólicos y romanos, pero ni a misa vamos.
En contraprestación, los conquistadores se llevaron nuestro oro. De eso hace quinientos y pico de años y seguimos echándoles la culpa a los españoles de nuestra pobreza. Y los de la primera línea tumban estatuas y los indígenas invaden tierras ajenas con el cuento de que ellos son los verdaderos dueños, y en las escuelas prohíben enseñar la señal de la cruz porque eso es herencia española.
Ya no se conmemora la llegada de Colón, como lo hacíamos antes, cuando yo estaba en la escuela: con desfiles y canciones y actos culturales. ¡Ahora es tirando!
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